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Publicado por
MANUEL ALCÁNTARA
León

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LOS DOS grandes partidos se están acusando mutuamente de tener grandes negocios sucios. Tanto el PP como el PSOE se echan en cara innecesarias pellas de cemento, como si fuera preciso aumentar la dureza de los rostros de muchos de sus miembros. Lo que empezó con el escándalo de la Comunidad de Madrid ha hecho metástasis y se extiende por muchos sitios. La corrupción ha fraguado. Los populares, que no lo son en algunos sectores de la población, inculpan a Simancas de comprar su casa en una zona urbanizada por Bravo. ¡Bravo por Simancas! ¿Qué querían, que viviera a la intemperie? Por su parte, los socialistas, que nunca podrán mejorar el grado de corrupción alcanzado en su último gobierno, denuncian los intereses inmobiliarios que aseguran que tienen muchos dirigentes del PP, bien en persona, bien en eso que en las esquelas se llaman «demás parientes». Entre otros, han salido a relucir Esperanza Aguirre y Ricardo Romero de Tejada, ex alcalde de Majadahonda. Todas las acusaciones deberán ser probadas, pero quizá no haga falta hacer eso: estamos en España, que es el país donde más se calumnia, a veces con calumnias verdaderas, y donde más se construye. El presidente Aznar atribuye el «circo monumental» que se ha armado a las peleas entre los que él llama «sectas del PSOE». Por su parte, Zapatero ha decidido aplazar cualquier cese hasta desactivar «el golpe a la democracia», y que en opinión del conseller de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, se debe al error del PSOE por meter en sus listas a «dos gamberros». La verdad es que todos los partidos tienen mecanismos de selección insuficientes y eso se debe a una razón muy sencilla: escogen entre lo que hay. Lo curioso es que el inevitable porcentaje de granujas haya ligado tan bien con ciertos constructores. Hoy por hoy, el negocio está en el ladrillo. Por eso hay tantos patanes enriquecidos y tantas parejas que no encuentran piso.

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