Y el undécimo, no estorbar

SE ME HABÍA ido pasando, por unas cosas y otras, escribir de esto, pero el otro día un compañero me conminó: «Hemos estado hablando y me han dicho que por qué no escribes de los nuevos semáforos de Trobajo, que son una vergüenza». Después de prometerle que me ocuparía del tema, porque pensaba hacerlo pero lo había ido dejando, por fin llegó el momento. Hace varios meses comenzaron las obras en la llamada cuesta de Trobajo, que no es sino el final de Párroco Pablo Díez. Los trabajos parecía que nunca iban a finalizar. Pero como todo llega a su fin también estas obras terminaron y tres noches antes de las elecciones se pintó la señalización horizontal. Luego entraron en funcionamiento los semáforos de la discordia. Todos sabemos que los semáforos se ponen para regular (es un chiste fácil, ya que debe ser para mejorar) el tráfico y si no se consigue es que algo falla. En este sentido una vez tocaron los ciclos de los semáforos del comienzo de esta calle y había que parar más que en un via crucis, pero tras dar la voz de alarma todo volvió a ser como debía. Por eso mis compañeros y otras muchas personas se lamentan de que ahora esos semáforos de la cuesta obliguen a detenerse para que en muchos casos salga un par de coches de la zona de bodegas, mientras esperan varias decenas en el tramo de carretera nacional. De acuerdo que en horas punta cada vez salen más coches del polígono, pero eso se solucionaba mejor con un policía que diera paso, en lugar de estar mirando en el cruce con la carretera de Alfageme, donde suele estar. Porque el policía ve lo que se necesita, pero los semáforos sólo entienden de ciclos y le da igual si alguien espera o si no hay nadie. Y lo que ya es de risa es que funcionen por la noche, cuando no sale nadie del polígono; igual que los festivos, como ocurrió ayer mismo: coches esperando en la cuesta aunque nadie salía del polígono. Por eso, para no estorbar, será mejor que funcionen en momentos muy concretos y luego, que sigan en ámbar.