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EL BALCÓN DEL PUEBLO

Trifulca en el Real Madrid

Publicado por
J.F. PÉREZ CHENCHO
León

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LA FUENTE y plaza de Santo Domingo se vistió de blanco nada más concluir la última jornada de Liga. El Real Madrid acababa de proclamarse campeón de la temporada 2002/03. En León hay tantos seguidores merengues como setas en sus pinares. Una tribu de chicos/as, con «piercings» en lóbulos y ombligos, cantaba semihistérica el «Oé, oé, oé, campeones». Y mientras en León, y supongo que en toda España, excepción de Donosti (Real Sociedad, subcampeón), se festejaba el éxito, en el vestuario blanco se preparaba la conjura para abortar las decisiones traumáticas de la Junta Directiva. Algo así como la rebelión de los dioses en cuatricromía: del balón y de la cuenta corriente. Hurtaron a los aficionados momentos de gloria, quisieron derogar un Decreto de la Alcaldía para abrazar a la diosa Cibeles como si fuera una chica de alterne, apuntaron con el dedo índice al «staff» directivo y tensionaron el júbilo como en la negociación de un convenio colectivo a cara de perro. Los mitos emergentes no saben aún que la cuerda se rompe siempre por la parte más deshilachada. La trifulca del Real Madrid ha adquirido condición de interés nacional. Igual que la conformación del gobierno de la Comunidad de Madrid. Al previsto y legítimo gobierno de izquierdas de Madrid le salieron dos berrugas de asco: los diputados autonómicos Eduardo Tamayo y Mª Teresa Sáez, instalados ya en el grupo mixto. Uno de ellos, traidor y villano, al estilo de Bellido Dolfos, será llave en la Diputación Permanente. Todos condenan al corrupto. ¿Y los que corrompen? A la constitución del Parlamento madrileño no asistió la pareja de la perversión política. También en los actos institucionales para festejar el título de Liga del Real Madrid faltaron dos jugadores: Ronaldo y McManaman. No acudieron a la sede de la Comunidad, ni al Ayuntamiento, ni a llevarle flores a la Virgen de La Almudena. Dicen que, tras la orgía nocturna, se quedaron dormidos. Los futbolistas no toman nota de la política. A Tamayo y Sáez les cortó la cabeza en cuestión de horas Rodríguez Zapatero, expulsándolos del partido. Prefiere perder el Gobierno madrileño antes que sostenerlo en pilares ruinosos. Florentino Pérez ha hecho lo mismo en la casa blanca: cortó de cuajo la rebelión, no renovando al entrenador, Vicente del Bosque, ni al capitán Fernando Hierro. No se trata de un despido: simplemente, no les ha renovado. Por la mañana dijo que «Del Bosque es un entrenador muy importante para el Real Madrid». Por la tarde le dio la patada en el culo. Empresarios como Florentino acostumbran a llevar la cartera en el bolso izquierdo de la chaqueta para anular al corazón. Por razones deportivas es imposible justificar el relevo del técnico: siete títulos en cuatro años. Y qué titulos: dos Copas de Europa, dos Ligas, una Intercontinental y las Supercopas de Europa y de España. No hay quien dé más. Con Fernando Hierro también entra en juego el corazón: 14 años defendiendo con eficacia aunque ya está en el ocaso. Pero el corazón del Madrid de Florentino es de hielo: no le han dejado salir por la puerta grande del Bernabeu, sino por un vomitorio lateral.