EL BALCÓN DEL PUEBLO
Investiduras y fantasmas
LAS FECHAS ya están señaladas: los días 1 y 2 de julio, martes y miércoles próximos, se reunirá el plenario en el Palacio de Fuensaldaña. Los procuradores autonómicos procederán a la investidura del presidente de la Junta de Castilla y León para los próximos cuatro años. En Fuensaldaña, viejo castillo, no hay fantasmas. Ni bandoleros del ladrillo. Juan Vicente Herrera será el único candidato. Ganó las elecciones con mayoría absoluta y sus huestes, como los capitanes y nobles de Santa Gadea, le investirán como titular del gobierno autonómico. Está sobrado con los 48 procuradores que lucen en el ojal de sus solapas el logotipo de la gaviota azul. Las otras dos fuerzas políticas con mandato parlamentario actuarán como teloneros: los socialistas como badajo de la campana, y los dos leonesistas como puro eco. Al líder de la oposición, Ángel Villalba, le quedan cuatro años por delante para buscar otra mejor aurora electoral en los campos de Castilla y León. Ya no necesitará mensajeros para pactar, disentir, denunciar, proponer y cambiar los viejos métodos. Los leonesistas de la UPL, por otro lado, reducen el volumen de sus altavoces. O andan finos, o acabarán silenciados. La técnica, por los apuntes de su actuación en la constitución del Parlamento regional, no ha variado. Será la misma copia de la legislatura anterior. Mala señal. Digo que en los dos primeros días de julio, tarifados los bochornos y ahuyentadas las tormentas, Juan Vicente Herrera será proclamado presidente de la Junta de Castilla y León. Acto seguido tendrá que nombrar a su equipo de Consejeros. Y aquí no hay secreto a voces. Juan Vicente Herrera no tiene un cuaderno azul como el de Aznar, pero mantiene el mismo hermetismo. Diría que mayor: es soltero y no tiene que consultar con la Botella de turno. Si ha escrito con la derecha el listado de su Gobierno, no lo sabe la otra mano. Cualquier filtración, interesada o no, es puro fuego de artificio. El único gesto de poder e influencia detectado le corresponde a Tomás Villanueva, quitándose del medio a un rival cualificado: José Manuel Fernández Santiago, al que sentaron en el terciopelo de Fuensaldaña, a costa de barrerle del Gobierno regional. Lo demás equivale a una quiniela. Pero antes, mañana mismo, Rafael Simancas, candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid, se someterá a la investidura. Será la primera vez en la historia democrática que un candidato no quiere ser elegido. Lo ha dicho alto y claro: «No quiero ser presidente con el apoyo de estos dos corruptos que me repugnan». Y los dos corruptos, Eduardo Tamayo y Mª Teresa Sáez, han rubricado por escrito que le darán el voto. Me muero de ganas por conocer el desenlace de este jeroglífico político. Los analistas afirman que el objetivo de Simancas no es la presidencia, sino marcar los tiempos, no bailar al compás del PP y que se inicie la cuenta atrás de dos meses para convocar nuevas elecciones. Rafael Simancas tiene todo el derecho del mundo a pedir su investidura, máxime si con ello acaba con el bloqueo institucional y le quita de la mano a Tamayo la llave de la Diputación Pemanente.