TRIBUNA
Tierra de Campos
ALGO tendrá esta ingente parcela de Castilla y León, para ser objeto de evocación y preocupación histórica por parte de profundos intelectuales. La configuración geográfica estableció un modelo de vida y de costumbres, de tradiciones, de cultura pagada a la tierra, al pastoreo, a la artesanía. En la modernidad el desarrollo industrial se centró sobre todo en la importante industria harinera y textil. Tierra de Campos fue granero de España, ligada desde siempre a los duros trabajos de la tierra, a las grandes producciones cerealistas y ricas leguminosas para el consumo humano y animal. Tierra de arcillas: base de típicas construcciones en casas de labranza, tenadas, tapias y palomares. Tierra seca, agrietada, sedienta; y a decir de los poetas, irredenta. Tierra de Campos, de horizontes limpios, azul y carmesí. De bermejos atardeceres de místicos paisajes, de perfiles interminables a golpe de collera. El oro resplandece bajo el Sol implacable. Olor a mies de la mañana, a gavilla, haz, morena, bálago. Muleros, carros, armaduras, sogas y mallones en los sinuosos caminos de la noche, mientras rompe la sinfonía desacorde de la fauna. Tierra de segadores hermanados a los inmigrantes gallegos. Hoces y guadañas al unísono, tesón y esfuerzos conjuntados para ganar el Pan de cada día. Trashumancia repetitiva en ciclos naturales con mezcla de culturas, de vivencias, de giros y expresiones, y fusión en abrazos de sincera amistad. Polvo, sudor, y cánticos; y alguna lágrima, por tanta querencia dejada en lejanía. Tierra de Campos. Pastores en predios y cañadas. Rediello constante para obtener afamados quesos y carnes de sabor estepario. Ganadores de alma, guiando y custodiando rebaños que suman miles y miles de cabezas. Pastos comunales, aprovechamientos herbáceos establecidos con justicia bajo la proyectada sombra de «la ola del Concejo» en la plaza. Tierra de Campos. De moralistas, de artistas, escritores y poemas. Tierra del ayer y del hoy, de luces y de sombras, que se proyecta irremisiblemente al nihilismo de la despoblación. Tierra de las materias primas sin aprovechar, de avezados especuladores aliados del gatuperio y del garrote dieciochesco. Tierra de brutal intervención por parte del Estado, mediante las concentraciones parcelarias y el Plan Tierra de Campos, basado en regadíos, con estruendoso fracaso en todos los órdenes. Tierra de Campos, tierra también de esperanza; porque eres parte de la madre Tierra, porque somos tus hijos y vemos en tus ojos, lágrimas de madre. Tierra de fecundidad perdida, de espacios naturales sin límite, donde la esperanza se ensancha a la medida de mentes nobles y corazones generosos. Tierra que calma como la gallina por el retorno de sus hijos dispersos. Tierra de expansión, de futuro, más allá de las barreras impuestas por las multinacionales europeas; de materias primas de alta calidad (trigos, piensos, leguminosas, grano, forraje, y consumo humano, leche, quesos, carnes, y otros productos básicos reconocidos. Tierra de esperanza que rechaza los monocultivos, el absentismo rural, el parasitismo y la «sopa boba» de las subvenciones. Desde los miradores de Autilla y del Castillo de Torremormojón se contemplan pueblos abandonados en la llanura, semejantes a los barcos hundidos en el «mar muerto» de la Tierra de Campos. ¡Qué incruento y desmesurado genocidio! Tierra de esperanza donde caben grandes proyectos de reforestación, de estancia en Casas de Labranza, de regadíos innovadores con ampliación y diversificación de cultivos, de industrias basadas en el Desarrollo Comarcal (Campo y Ganadería), de recuperación de razas y cultivos autóctonos, como la Churra, Candela y otros. Esperanza puesta en los jóvenes, creando condiciones para que no se marchen, e incentivando proyectos basados en la nueva colonización de pueblos y tierras. Esperanza fundamentada en los sabios principios de la Cooperación solidaria, y traducida en el trabajo entusiasta a lo largo y ancho de una amplia Red de Cooperativas, debidamente organizadas.