EN BLANCO
Minicatarsis
HAY QUIEN asegura que el debate sobre el estado de la nación viene a ser una especie de minicatarsis. Otros, dicen que más bien se trata de una sesión de barros, donde el presidente del gobierno explica lo limpio que viene, el líder de la oposición, llegado su turno, echa barro sobre lo dicho, el presidente arroja también barro sobre la oposición, y, luego, viene la manguera de la reflexión para que cada uno saque las consecuencias que crea más adecuadas, es decir, la minicatarsis. Para hacer barro vale todo. El presidente del Gobierno puede decir, a pesar de que la reacción ante una sonada catástrofe ecológica fue más lenta que un camarero de verano sirviendo en un chiringuito, que, si no hubiera estado el Gobierno atento, el chapapote habría llegado hasta el campanario de la catedral de la Almudena; y el líder de la oposición puede echarle la culpa al Gobierno del precio de los pisos, aunque sepa que las transferencias urbanísticas son competencia de los ayuntamientos y de las comunidades autónomas, o de que cuando un tipo se toma una copa de más y, después, hay un vivo menos en la carretera la culpa es del Ministerio de Fomento. La técnica del barro consiste en mezclar la tierra y la arcilla, y darle vueltas, hasta que los cuerpos de los principales asistentes al balneario de las Cortes estén suficientemente cubierto de limo. Los votantes solemos perdonar los insultos a la inteligencia, aplicamos con gran facilidad la manguera y le echamos una ojeada al estado real de los cuerpos. Es un dato que, sumado a otros, nos servirá para decidir nuestro voto. Y, aunque algunos aborrezcan del procedimiento, se trata una fórmula realmente higiénica, aunque no llegue a la catarsis.