EL BALCÓN DEL PUEBLO
Aznar-Zapatero, cara a cara
CONCLUYÓ el debate sobre el estado de la nación. No se produjo, como coreaban los medios gubernamentales, la destrucción del líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero. Salió vivo y resistió las dentelladas del poder, casi todas lanzadas a la mismísima yugular política. Los grandes debates se pueden ver como si los de fuera estuviéramos de simples espectadores y dentro se alojaran los impresentables del Hotel Glamour. Pero resulta que los espectadores somos los interesados y están en juego los proyectos de futuro, los del presente y los del inmediato pasado, y no los impasibles que ríen o ejercen de majaderos en un programa de televisión basura. Somos los que tenemos criterio sobre las intervenciones, sobre quién dice la verdad y nos diseña un mejor o peor futuro. Dicho lo anterior, quiero ceñirme a lo más importante del debate. José María Aznar volvió por sus fueros. Al margen de la intervención inicial, aburrida y sin quebrados, referida a un país irreconocible: sin huelga general, sin desastre del Prestige, sin participación en la ilegal guerra de Irak, etc., lo que se vio después en los turnos de réplica, fue al auténtico Aznar de siempre. Un Aznar que como presidente del Gobierno no es responsable de nada de lo que pasa en este país. Una vez más se erigió en la oposición de la oposición. Cuando entra en harina nunca da razones o argumentos sobre lo que hizo o dejó de hacer. Sólo descalifica al rival, entre los aplausos enardecidos de su grupo. Aznar nunca les defrauda. Y si está en apuros, saca el «doberman» que lleva dentro. José Luis Rodríguez Zapatero, por su parte, hizo una exhibición de argumentos, demostrando que Aznar había mentido respecto a la guerra de Irak. Que Cascos y Rajoy mintieron sobre el Prestige , cuyo accidente acabó en catástrofe. Que Trillo mintió sobre el avión-chatarra que acabó con la vida de 62 militares españoles, o que Rato miente cuando dice que bajan los impuestos, mientras lo cierto es que la presión fiscal global ha subido el 3%. Es decir: todo el Gobierno ha mentido sobre cuestiones muy importantes. Unas mentiras mágicamente perfumadas por La Primera de TVE y Antena-3, que actúan en el sarao como eficaces palmeros. Para cualquier ciudadano independiente y con algo bajo el flequillo, la España dibujada por Zapatero era reconocible. Es la España de los últimos doce meses. En el discurso de Aznar sólo encontró lo mismo: O conmigo, o contra mi. Item más: varias veces Zapatero pidió a Aznar que desmintiera allí mismo que su partido no estaba al tanto de la corrupción de los dos traidores de la Asamblea de Madrid. Ni una palabra al respecto. En mi pueblo toda la vida se ha dicho: el que calla, otorga. Y para terminar, la anécdota más significativa del pleno: Llamazares, líder de IU, reprochaba a Aznar que no había llevado al PP al centro, sino a posiciones de derecha o de extrema derecha, en un cóctel embriagador de franquismo, Opus Dei y Legionarios de Cristo. Debió dar en la diana. Alguien se sintió «tocado» en las filas del PP y soltó el taco: «¡Maricón!». Nadie pidió disculpas con posterioridad. O sea: blanco y en botella.