AL TRASLUZ
Qué «pasta»
EL TÍTULO de la columna no hace referencia al dinero ni al macarrón con tomate, sino a la materia de la que están hechos determinados personajes. Está claro que, pongamos por caso, Eduardo Tamayo está hecho de una pasta poco común. Para todo hay que valer. A su compañera de exilio voluntario se le nota que le viene grande la tensión del escándalo, que lo suyo no son las traiciones shakesperianas sino las de sainete de tercera; pronto las ojeras le darán vuelta y vuelta; en cambio, Tamayo, con su pasta , con su habilidad para hacer triples mortales con la conciencia, o mejor con la falta de esta, se le ve como si acabara de regresar de darse friegas en El Caribe. Misterios de la condición humana. O de la pasta , de esa que, insistamos en ello, no es dinero ni macarrón. El arte de mantenerse impertérrito ante el diluvio que uno mismo ha provocado. Sí, para todo hay que valer, hasta para la traición, pero es que algunos además son catedráticos de la cosa. Vamos, que es lo suyo. Y han interpretado de una forma muy peculiar lo del derecho a siete minutos de fama, que proclamó Warhol. Deberían donarse a la psiquiatría, para ver si nos aclara algo. Pero todo hace prever que poco hay que rascar, pues ciertas ambiciones rastreras son secretos sin sutileza. Son lo que parecen. No hay épica a la que agarrase, ni siquiera a la del perdedor. Todos hemos sentido alguna vez el irremediable deseo de ser malvados, pero se nos pasa cuando, pongamos por caso, el Real Madrid nos da una alegría. Qué alivio más grande no ser como Tamayo y Sáez, conformarnos con nuestro mundín y sentirnos presos felices de la conciencia, de importarnos el qué dirán. Quizá nunca lleguemos a saber a quiénes están sirviendo, pero lo que está claro es que no lo hacen por incompatibilidad con Izquierda Unida, pues son de los que escriben izquierda con hache. Qué pasta , señores, qué pasta hay que tener. Sí, esa pasta que no es dinero ni macarrón¿ aunque también.