España, potencia ocupante

EN EL PRÓXIMO Consejo de Ministros, el del viernes 11 de julio, el Gobierno del PP decidirá el envío de un millar largo de soldados españoles a Irak (1.300, al parecer), donde nuestras tropas, junto a las de cuatro paises latinoamericanos, quedarán a las órdenes de Polonia en una de las zonas que están resultado más peligrosas en el contexto de la reconstrucción del país. Ya no se trata de tareas humanitarias o de interposición como siempre ocurrió en la docena de veces que los soldados españoles han tenido que salir de nuestras fronteras en el marco de nuestros compromisos multilaterales. El mando militar polaco ha advertido a nuestros militares que la tarea es de alto riesgo para la integridad física de las tropas ocupantes. Ese es el estatus que se nos adjudica en la letra y el espíritu de la resolución 1483 de la ONU, aprobada después de consumarse el ataque unilateralmente decidido por Estados Unidos, con la colaboración de Tony Blair (Reino Unido) y José María Aznar en el contubernio de las Azores. Sorprende que el protagonismo de España en la decisión de atacar a Irak no se corresponda con el papel de segundos actores que se nos adjudica en la postguerra. La apuesta de Aznar, en contra de la opinión pública española, no pudo ser más ruidosa, pero ahora resulta que los militares españoles, cuyo nivel de colaboración se equipara al de cuatro paises latinoamericanos, tienen que ponerse a las órdenes de los militares polacos en zonas de mayoría chiita, la más indómita frente a los ocupantes extranjeros. Meternos de nuevo en el avispero no valía la pena después de la dramática fractura entre la España oficial y la España real, de haber reventado el consenso político interno en materia de política exterior, descubrir que aquella guerra se hizo con excusas prefabricadas y advertir que además nuestra complicidad era totalmente innecesaria. Ojalá no tengamos que pagarlo en sangre de nuestros soldados en un conflicto donde a los españoles no se nos había perdido nada.