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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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LA FRASE «alto el fuego» no forma parte del vocabulario utilizado habitualmente por George W. Bush, el presidente de los Estados Unidos, o más bien ese cantamañanas que tiene tanto carisma personal como un cenicero rebosante de colillas. Todo el mundo está de acuerdo en que un poco de ignorancia personal suele ser una bendición, pero lo de este hombre con respecto a Europa ya pasa de castaño oscuro. Primero utilizó su boca grande, siempre dispuesta al improperio, para insultar a los europeos que dudaban de la existencia de armas de destrucción masiva en el Irak de Sadam Huseín. Y las armas siguen tan perdidas como el carro de Manolo Escobar. Ahora ha vuelto a la carga a cuenta de los alimentos transgénicos producidos en su país y que, en opinión de la Comisión Europea, es un tema que más vale coger con pinzas. Georgie se ha erizado ante semejantes prevenciones y, con adusta voz de recriminación paternal, acusa a Europa de ser la responsable de la terrible hambruna que se vive en África. Lo que se le olvidó decir es que los productores de los cultivos transgénicos en Estados Unidos donaron al inefable George W. Bush más de dos millones de dólares para su controvertida campaña electoral, un dato que explica tanta estulticia y estímulo chabacano. Vivimos en un contexto mundial extaordinariamente saturado de canallitas de medio pelo y ningún escrúpulo moral, hasta el punto de jugar con el resentimiento de los desposeídos en un continente, la eterna África, donde la máxima, según asegura un refrán popular, es : «Si tienes suerte, sobrevivir es fácil». Y de almas tan sucias como la de Bush poco pueden esperar los africanos.

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