DESDE LA CORTE
Un incendio sin bomberos
SEGÚN informaciones de la Ser, el constructor Bravo tiene una afición: reservar habitaciones de hotel para sus invitados. Más que una afición, es un vicio, y un vicio peligroso, porque siempre lo pillan haciendo reservas para gentes como Tamayo o que han hablado mucho con Tamayo. Por ejemplo, el abogado señor Verdes, ya marido de una concejala de Ruiz Gallardón, que apareció en la trama inmobiliaria de Madrid. Y ustedes dirán: ¿pasa algo por hacer ese tipo de favores? No, válgame Dios, no pasa nada. Es el favor más inocente que puede hacer un ciudadano. No demuestra ni prueba delito alguno. Lo único que ocurre es estamos ante una «casualidad» más en esta historia plagada de casualidades. Y siempre, con los mismos personajes. Y, ante tanta casualidad, los poderes públicos, si fuesen mínimamente neutrales, no podrían permanecer inactivos. Los bomberos deben acudir donde hay humo, aunque al final sólo se estén quemando unos rastrojos. El bombero de esta historia debiera ser el Fiscal Anticorrupción. Lo que sucede es que sólo pronunciar su nombre (Jiménez Villarejo) le pone los pelos como escarpias al Gobierno. Lo decía Mariano Rajoy el pasado viernes: ¿qué interés tiene el PSOE en que este señor investigue la trama de Madrid? Pues, si no es Villarejo por razones ideológicas, que sea otro. Pero el cúmulo de casualidades que se están viviendo -todas fruto de pesquisas periodísticas-- no puede quedar como una anécdota intrascendente. Las dudas sobre la necesidad de actuación del fiscal son razonables. Pero las sospechas de corrupción no son menores. Y siguen creciendo, aunque todavía no se hayan visto fundamentos para sostener una querella criminal. Ante ello, sólo hay dos posibilidades: o el Fiscal General del Estado autoriza la investigación del ministerio público, o la sigue impidiendo. En el primer caso, es posible que le haga algún daño al Partido Popular. En el segundo, los dañados serán el Estado y la credibilidad de las instituciones. Demasiado precio, sólo para salvar a un partido. Demasiada parcialidad. Demasiado grave.