Hacer la siesta

TIENEN que venir los americanos para descubrir lo que aquí sabemos todos: que si no echamos una siestecita no damos pie con bola. Los médicos acaban de descubrir que dormir es fenomenal, que las cosas aprendidas se quedan mejor en la memoria si, después de haberlas encontrado, nos echamos un sueñecito. Hay que dormir un par de horas después de haber aprendido algo nuevo, dice un médico de Pennsylvania. Inmediatamente después, sin dejar pasar el tiempo, en cuanto se nota ese dulce sopor que produce el hallazgo, porque si no se duerme no se queda en la cabeza metido. O se queda peor, fragmentariamente, con esa sensación de que parece que sabemos de una cosa, pero sólo recordamos cuatro detalles. Las cinco primeras horas son cruciales. Luego no pasa nada si no se duerme, pero lo que sí le parece indiscutible es que hay que dormir lo antes posible después de haber aprendido algo si no queremos tener que estudiarlo otra vez para captar los detalles que no han entrado bien en la memoria. Si eso fuera así, se justificaría la doctrina del botellón, la de quedarse toda la noche en vela los fines de semana, cuando no se trabaja, y en cambio dar cabezadas de lunes a viernes, precisamente en el trabajo. Cuando venga el jefe y nos pille durmiendo podemos decirle que así consolidamos lo que hemos aprendido, que estamos trabajando como los demás, o incluso más que los demás, porque trabajamos para la empresa hasta cuando nos quedamos dormidos por la satisfacción del trabajo que acabamos de realizar. Si no acabamos con un despido improcedente en la magistratura podríamos implantar esta metodología en otros ámbitos como la política. Cada vez que hubiera bronca en el Congreso, en el Senado o en la Asamblea de Madrid, las presidentas de las Cámaras deberían decir lo que las madres cuando sus hijos se ponen pesados: este chico tiene sueño. Y lo manda a la cama un par de horas para que aprenda a no hacerle trastadas a sus hermanos. Pues eso, a la cama y no salgáis en un par de horas hasta que se os pase.