Tropas españolas a Irak

VUELVE la guerra indeseable, la implicación nefasta, y vuelve a hacerse con los peores augurios: «pasando» del Parlamento, con controversias en la cúpula de las fuerzas Armadas sobre quién debe ser el responsable de la misión, sin conocer cuánto tiempo durará, con noticias permanentes de que la posguerra está resultando más cruenta, si cabe, que la guerra misma, y con tropas españolas al mando de oficiales y generales polacos. ¿Hay quién pueda proporcionar mayor número de inconveniencias e infortunios? Eso sí, mientras tanto, en los Estados Unidos, en sus cámaras parlamentarias, se discute a diario la mentira presidencial y la argumentación que empleó, arteramente, para convencer al pueblo americano sobre armas de disuasión masiva y uranio comprado para las armas atómicas de Sadam Husein. Y mientras todo eso sucede, el presidente Aznar recibe honores de aliado fiel y de colaborador impagable en los Estados norteamericanos, y les anuncia lo que en nuestro país todavía estaba siendo un misterio insondable: a qué se dedicará una vez que abandone la política que viene ejerciendo: ha sugerido Aznar a su paso por California que se dedicará a seguir potenciando las relaciones, pero en adelante con mayor énfasis las comerciales, entre España y los Estados Unidos. Es decir, que cabe suponer que cuando en su familia sólo uno de los dos cónyuges se dedique a la política, ella, -como explicó al auditorio americano- se dedicará a la intermediación de productos comerciales, al 'export-import', eso sí, con las mejores credenciales: fue el hombre que condujo a España a la guerra de Irak, un conflicto que se argumentó en razones falsas y mendaces, y que tenía en el fondo el gran interés del petróleo y algún otro gran negocio del que algún día sabremos quién termina beneficiándose. Pero ya lo predijo Jeff Bush, el hermano del presidente, la compensación por la guerra sería espectacular, impresionante, generosísima. Tal vez caiga algún soldadito español, a los cincuenta grados de la vieja Mesopotamia. Pero ya ha dicho la inefable ministra Ana Palacio que vivir es arriesgarse.