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León

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COMPAY Segundo era sin duda uno de los grandes. Por sus venas circulaba el ritmo con la misma facilidad que la sangre. Era, por derecho, uno de los emperadores de lo que los cubanos llaman «el son». Nacido en Siboney en 1907 abandonó la actividad musical hace sólo unas semanas después de que una insuficiencia renal le pusiera muy difícil las cosas en esta última etapa de su larga y fecunda vida. Compay era hijo de un empleado del ferrocarril andaluz y de una negra criolla. Consumado maestro del tres -instrumento típico de las zonas rurales cubanas- y del clarinete, sus canciones serán siempre recordadas. «Fidelidad», «La negra Tomasa», «Juramento», o «El vendedor de agua», son ya patrimonio de todos aquellos capaces de sentir y amar la música hecha con el corazón.