EL RINCÓN
Todos contra los suyos
LA POLÍTICA española está enladrillada, el desenladrillador que la desenladrille buen desenladrillador será, si es que no tiene también intereses inmobiliarios. Al último que le ha caído un cascote en la cabeza es a Manuel Cobo, vicealcalde de Madrid: le acusan de ser apoderado de varias empresas. Quienes han puesto en circulación la resguardada noticia son sus colegas. No hay enemigos más leales que los reclutados entre los correligionarios. ¡Cuerpo a tierra que vienen los nuestros! Para defenderse de tantos atacantes afines, el acusado denuncia «maniobras en el PP» y asegura que los problemas de Gallardón empezaron a raíz de que las encuestas le situaran como el candidato mejor valorado. No es cierto, los problemas empezaron para todos, no sólo para el alcalde de Madrid, cuando Aznar puso una duradera X en la quiniela del heredero. Sería más lógico que fuera el partido y no su actual presidente el que eligiera al sucesor. No estarían todos pendientes del dedo de Aznar y les traería sin cuidado que se lo metiese en la nariz o en otro sitio. Es la incertidumbre de no saber quién será el agraciado la que provoca que se miren unos a otros como a espías y que nadie se fíe un pelo ni del del pelo rizado, ni del calvo. Por otra parte, no se descarta en los círculos viciosos bien informados que el elegido no sea ninguno de los señores cuyos nombres manosean las encuestas. ¿Y si hubiera un «tapado»? No lo sabremos hasta que Aznar tire de la manta y eso propicia las especulaciones y lo que es peor, las acusaciones. Se trata de eliminar rivales, ya que no sería de buen gusto matarlos, como han hecho en Rusia con el gato-policía que detectaba el contrabando de caviar en el Mar Caspio. Habló Azorín del «chirrión de los políticos». El chirrión es el carro de dos ruedas cuyo eje gira con ellas. Y en su segunda acepción, el látigo o rebenque hecho de cuero. Aquí parece que han atravesado el látigo entre las ruedas para que el carro no ande. O para que algunos tengan que apearse en marcha.