BURRO AMENAZADO
La cuadrilla
CON PAN y vino se anda camino, sólo cuando se está hecho a resistirlo. Esta violenta canícula de julio, fuego sobre la mies, con el gentío comodón refugiado en piscinas y barras refrigeradas charlando sobre lo mal que se vive en España, debiera recordarnos el tiempo no tan distante, años sesenta, de la cuadrilla de la siega. Alpargata, manta, bota, hoz, zoqueta para no cortarte los dedos y faja apretada de estambre raído, hombres solos por los pueblos del campo. De Galicia y el León verde y cabrero, a sacarse la peonada, de sol a sol, temerosos del aire pardo que llega raso de levante, quema el cereal y balda los riñones si lo recibes de espaldas. Filas de segadores a pie por los viejos caminos y las carreteras ya animadas por automóviles de ciudad. Parada a mediodía en un sombrajo y tajos cuidadosos de navaja al pan del pobre y el tocino, con tiento escaso a la bota y cigarro de picadura atizado por el encendedor de mecha. Hablar de las cosas de siempre: cómo llevará la mujer las patatas del puñado de tierra arrendado junto a la casa y qué harán los chavales en la aldea del pucherete escaso. Entrar oscureciendo en el pueblo, cielo morado que volverá a levantarlos tras dormir en el pajar, sin posesiones, a la vera de los trillos de pedernal, mientras los perros ladran a estos forasteros más negros y barbudos que los magrebíes de las pateras que llegan a sudar en los plásticos del Poniente de Almería. Culebras buscando humedad bajo las piedras secas del arroyo. Tufaradas de calor ardiente. Gavillas amontonadas y cintura y brazos de plomo, machacados por el esfuerzo. Cielo azul metálico, candente, del que ni chirrían los vencejos, huidos al frescor del soto. Tirar para el norte, tronzados, por camas de corraliza y paja polvorienta, con ese fajo de pequeños billetes que salvará la familia cuando caiga el nevazo por Invernadeiro y Ancares. Conviene recordar nuestra historia cercana, de penurias y lucha, ahora que abunda el tontolaba quejica.