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Publicado por
RAMÓN PI
León

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ES CASI una especie de tradición el que las reformas educativas, siempre difíciles de pasar en las democracias, se emprenden en los meses de vacaciones lectivas, porque así sus destinatarios directos están dispersos y distraídos, y se las encuentran hechas y publicadas al regreso del asueto como hechos consumados. Nuestra ministra Pilar del Castillo se ha apartado de esta tradición, y así le ha ido: su importante reforma ha recibido más palos que una estera; pero es que esta mujer es como los toros bravos de buena raza, que se crecen ante el castigo. El caso es que el verano es una de las pocas épocas en que la lectura del Boletín Oficial, de suyo tan soporífera, puede llegar a ser un ejercicio fascinante: agosto tiene estas cualidades taumatúrgicas. La transparencia, la publicidad de los actos públicos, son condiciones que nadie osará discutir como propias de toda democracia; pero al mismo tiempo todos saben que, en materias propensas a desatar la demagogia, la única forma de llegar a acuerdos políticos necesarios es la observancia de cierta discreción, que no quiere decir siempre secreto (a veces, sí), sino apartamiento de la tentación de excitar las bajas pasiones del respetable público. Algo de esto es posible que veamos (o, más bien, que no veamos) este verano en relación con la crisis política de la Comunidad autónoma de Madrid: el plazo para lograr un presidente de la Comunidad sin tener que repetir las elecciones se agota el 28 de agosto. La crisis se desató entre los socialistas, que han resultado ser al mismo tiempo las principales víctimas. También sale muy perjudicada Izquierda Unida, que vive unos momentos dignos de Carpanta: con su enorme hambre atrasada está a punto de comerse el pollo, y en la última viñeta el pollo se esfuma, y Carpanta vuelve a quedarse en ayunas. ¿Es muy disparatado imaginar que, aprovechando la diáspora agosteña, socialistas, comunistas y «despojos humanos» intentarán no ser víctimas de sí mismos, y acordarán en agosto milagroso cualquier clase de enjuague para evitar una nueva cita del pueblo soberano con las urnas?