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Publicado por
FEDERICO ABASCAL
León

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LA CALIDAD de una democracia está en relación directamente proporcional a la independencia de sus medios públicos de comunicación, y en este sentido a Gran Bretaña le sería lícito presumir de una BBC que, en su labor informativa/opinativa, es un paradigma europeo de veracidad, objetividad e imparcialidad. Como paradigma de todo lo contrario podría aducirse la dictadura franquista, durante la cual fue un delito la información veraz. Ahora ha condenado la Audiencia Nacional a nuestra TVE por vulnerar dos derechos fundamentales, de huelga y libertad sindical, en sus informaciones sobre la huelga general del 20 de junio del año pasado, lo cual es noticia, si no «histórica», como afirma el sindicato denunciante, CCOO, al menos de innegable importancia política. Sea cual sea el valor de esa noticia, TVE no la consideró anteayer digna de ser incluida en ninguno de sus telediarios, lo cual daría en cierto modo la razón al tribunal que ha sentenciado en su contra. La BBC, por el contrario, se ve ahora en el ojo del huracán provocado por ciertas falsedades en la argumentación de Tony Blair a favor de la guerra contra Irak, y desde el periodista que las habría demostrado, recibiendo filtraciones del fallecido doctor Kelly, consejero del ministerio de Defensa, hasta varios altos cargos de la cadena pública saben que la demostración de un fallo informativo en este caso les obligaría a dimitir. Nuestra TVE piensa recurrir al Tribunal Supremo la sentencia condenatoria de la Audiencia Nacional, por lo que la condena no es aún definitiva, y mientras no lo sea, el director general del ente público y el de informativos parecen estar en paz consigo mismos. La sentencia podía leerse en los periódicos de ayer, y es posible que, ante la presión informativa de los otros medios, decidiera TVE incluirla ayer en algún telediario. Pero más importante que describir la disciplinada dependencia de TVE a los Gobiernos que se han venido sucediendo a lo largo de nuestra joven y manifiestamente mejorable democracia sería plantearnos las razones por las que España carece de una televisión pública independiente e imparcial. Y por qué Gran Bretaña disfruta de ella. Salta a la vista que Gran Bretaña no ha padecido cuarenta años de dictadura, y que España, sí. Cuarenta años en los que el régimen político se basaba en la pura falacia informativa, y ese vicio asocial ha perdurado, más o menos compulsivamente, tras el franquismo. Entre otras razones, por la idolatría que la clase política sigue sintiendo por la televisión, una idolatría que alientan los trabajos sociológicos, a la luz de los cuales se llegaría a la conclusión de lo que no parecen en la pequeña pantalla, no existe o existe a escala muy menor a la real, sea la catástrofe del «Prestige», sean las manifestaciones de «pancartistas» políticos contra la guerra de Irak. ¿Soluciones?. La primera es bien sencilla: que allí donde un Gobierno autonómico crea en la independencia de los medios públicos de información, predique con el ejemplo y convierta la televisión local en un ejemplo de objetividad e imparcialidad.

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