EL RINCÓN
No se abrochen los cinturones
TODO empezó cuando se derrumbaron las torres gemelas que desprecio al aire fueron. La gente empezó a viajar menos y algunos pensaron que quizá no iba muy descaminado el sedentario filósofo que dijo eso de que todos los males del ser humano provienen de no saber quedarse en su casa. Durante un tiempo se resintieron las agencias de viaje y las compañías aéreas, pero poco a poco se volvió a lo que llamamos normalidad, o sea, a antes del 11-S. Ahora, el emperador Bush acaba de acongojar a medio mundo al decir que Al Qaeda planea ataques con aviones de pasajeros este verano. Nuestra vida está en el aire, pero no siempre podemos complacer a nuestros hijos cuando nos dicen «papá, ven en tren». El avión era el medio de transporte más seguro y, por supuesto, el más rápido, cosa muy de tener en cuenta en una sociedad en la que todos quieren llegar antes, aunque no sepan antes que quién. La velocidad es el único pecado nuevo que inventó el siglo pasado, que tuvo que conformarse con perfeccionar con el uso los de siempre. Así lo reconocimos incluso los que no tenemos muy claro el concepto de pecado y no distinguimos bien entre los mortales de necesidad y los veniales, que al parecer se perdonan con agua bendita o con agua tónica, no recuerdo bien. Por culpa de Bush deja de ser válido el eslogan de aquella compañía aérea que aseguraba que lo más peligroso de los viajes en avión es el trayecto en coche hasta el aeropuerto. Se diría que la aspiración del presidente mundial es que cunda el pánico. ¿Será posible que Al Qaeda disponga de tantos pilotos suicidas como para atentar en Australia, Gran Bretaña, Italia y la costa este de los Estados Unidos? Si es así, los innumerables muertos de Afganistán y de Irak, incluso los dos exhibidos hijos de Sadam, no han servido más que de abono para sus respectivas tierras. Antes de irse de vacaciones en busca del descanso, Bush le ha buscado la ruina a muchas compañías aéreas. El halcón Osama Bin Laden sonríe en su cueva.