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Publicado por
ENRIQUE CIMAS
León

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MANOLO Resines, viejo amigo y diletante de muchos buenos gustos, lo contó en la tertulia : a poco más de una hora de coche -aproximadamente lo que se tarda también en tren- había hecho un hallazgo de primer orden. En definitiva, se trataba de una exposición del pintor Pedro Berruguete en el pueblo palentino de Paredes de Nava, localidad de considerable categoría monumental y urbanística. Denotativo, esto último, del respeto y celo cultural del Ayuntamiento y del pueblo llano. Y además, agregaba el comunicante, ¡ se come bien !... Claro que Manolo cuenta con un pilar sobre el que ha asentado un íntimo lazo, por cuyo motivo le atrae todo lo relacionado con la Tierra de Campos. Sin quererlo él, a mí me había proporcionado la clave, incluso el título, de este artículo. En efecto, cierta resultó ser la brevedad del viaje. Hasta Sahagún, autovía ; luego un par de rotondas de las que yo llamo cortavelocidades y por último , una muy decente carretera «de la Junta», por la que se ha de ir en dirección Palencia. Es un paisaje, el que allí se contempla en esta época del año, más que árido. Algo así como si de su seno silíceo se desprendiese una súplica, -en la línea metafórica del rico epulón- implorando unas gotitas de agua. Horizonte desolado, herido en el confín de su arco por soles impenitentes y ráfagas de aire desnortado. Rayos solares y brazos de brisa seca que van a extinguirse en los zarzales de un monte bajo ; o en los cuatro chopos mal contados de una ribera sin río. Tal vez la imagen retórica de auras y fulgores, simplemente ayude a evocar otros aires y otros soles de un lejano ayer. Un tiempo infantil y maravilloso - perdón por el pleonasmo- en el que la camioneta del pescado del señor Líter, me llevaba desde Villalón hasta Villada, en donde tomaba, junto a mi madre, un tren mixto que, a trancas y barrancas, nos dejaba en la estación de la adorable Bella Easo. He dicho antes Villada, esto es , Díez-Caneja, Casado de Alisal, Tomás Salvador... Precisamente éste escritor, de híspido trazo en la superficie de sus relatos y rica y honda dimensión en la creatividad literaria, dijo de estos lugares al referirse a su horizontalidad, que nava, en Castilla, es depresión, tierra baja, consustancial para entender lo que son campos de Tierra o, lo que es lo mismo, Tierra de Campos. Sus riachos, como los califica T.S., se secan en verano, y en invierno se desbordan inundando una tierra que se esponja. (...) «Los rebaños -describe el autor de «Cuerda de presos»- pacen tranquilamente en el tiempo detenido ; las montañas han ido remansándose» (...). De pronto, y desde un cambio de rasante, se aprecian los perfiles de Paredes de Nava (¿vendrá, efectivamente, su nombre, del «in Paretes terras multas et bonas» , de viejos pergaminos? ). En cualquier caso, la impresión a primera vista es muy agradable. Se trata de un burgo, oasis en la meseta, de alrededor de cuatro mil habitantes, de noble apariencia y bien conservado y restaurado caserío. Solamente la sensibilidad de las gentes de un pueblo y de sus corregidores, y el autoconvencimiento de que su villa es de alcurnia contrastada en nobles gestas, de no menos nobles familias, ha hacho posible el «milagro». La positiva realidad de que, al orden estético en plazas, rincones románticos, casas blasonadas e iglesias monumentales, se una la armonía de un urbanismo «humanizado», en el que se hermanan belleza natural -piedra, madera, hierro, cerámica y color- y obligación cívica, de mantener un glorioso acervo, herencia de Laras, Haros, Manriques y Berruguetes. En todo ello radica la grandeza de la ejemplaridad. Es decir, en la asunción cívica de lo que significan alcurnia, artes plásticas y literatura ; fe, romance, y hasta música. Conservar eso, obliga. Y ellos, los paredeños, se sienten concernidos por amor a su solar. Es de todo punto imposible escribir sobre Paredes de Nava sin aludir a su rango literario. Y no exclusivamente por la figura y obra de Jorge Manrique, sino por la delicadeza con la cual sus habitantes acogieron siempre los encuentros, justas poéticas y recitales de escritores foráneos. Mucho le tengo oído al entrañable «jicho» Victoriano Crémer, ponderar las reuniones de Espadaña y otras parnasos leoneses y castellanos, precisamente celebrados en Paredes de Nava, a la sombra benéfica de ese faro espiritual románico-gótico y mudéjar, que es la torre de la iglesia de Santa Eulalia. Nunca olvidaron los parnasianos, de aquí y de allá, que la tierra y el cielo «se tocan» en Paredes. Lo decía admirablemente Jorge Manrique : « Este mundo es el camino/ , para el otro, qu¿es morada/ sin pensar ;/ más cumple tener buen tino / para andar esta jornada/ sin errar (...)». Ejemplo, pues, de un paisanaje, singular y sensible, para la tradición y la monumentalidad bien aggiornada. E igualmente para la Literatura. Ya se vé. Pedro Berruguete no fue, solamente, el pintor de la Corte de los Reyes Católicos. Por encima de eso, se erigió con méritos propios, en el mejor pintor del Renacentismo español. Y como muestra del reconocimiento que se concede a la figura de Pedro Berruguete ( y padre del eximio escultor Alonso Berruguete ) la Junta de Castilla y León , con la Diputación provincial, el Obispado palentino y el Ayuntamiento paredeño han organizado una magna exposición monográfica de su obra (acontecimiento comenzado en abril y que va a concluir el 14 de septiembre próximo, tras haber desfilado por el mismo decenas de millares de visitantes de toda España). Lugar, de la exposición, la iglesia de Santa Eulalia, que alberga permanentemente el museo de Pedro Berruguete, el más importante sobre su pintura. Ni quiero ni tengo espacio para detallar tan bello evento. Simplemente, hay que ir hasta él para poderlo admirar en su justa medida. La entrada es gratuita y el recorrido se hace con guías bien documentados/as. Además de las ejemplaridades aludidas, hay que agregar la del tesón de los ediles y de su alcaldesa, para rescatar de incurias anteriores, dejadeces pretéritas y expolios antañones, (en casonas señoriales, valiosos templos y otros ejemplos de arquitectura eclesiástica) como el de la Desamortización que convirtió el convento franciscano en un almacén de desperdicios y posterior destartalada escuela primaria, que no llegó, del todo, a cumplir con una adecuada misión pedagógica. Hoy, esta grandiosa edificación está espléndidamente restaurada en su parte anterior, en la que se albergan el propio Ayuntamiento y un museo digno de ser contemplado.(Muchas gracias, concejala Pilar). Y, por añadidura, se come bien en Paredes. Mi mujer y yo lo hicimos en una venta de jóvenes y guapas servidoras. Y, desde luego, de benditas manos para el arte culinario. Supongo que estas buenas disposiciones para la gastronomía conectan con el quehacer de un notable, y llorado, restaurador, Pablo Payo, Mesonero Mayor del Camino de Santiago, recientemente fallecido. Siendo como soy terracampìno -de Villalón- no puedo por menos de hacer mías las palabras del casi paisano Tomás Salvador : «El corazón de mi tierra, bajo la costra de su tierra labrantía, sigue latiendo»...