Cerrar
León

Creado:

Actualizado:

EL VATICANO pide a los políticos y a la sociedad que rechacen la unión entre homosexuales, que sus parejas no puedan ser consideradas legalmente como matrimonios. Incluso reconociéndole a la Iglesia su derecho a manifestarse sobre los temas que considere de su competencia, parece evidente que el respaldo al ruego será escaso. También los tiempos tienen su espíritu. Una vez dicho esto, entremos en cuestión. La imagen de la homosexualidad que se está dando a través de las televisiones es, enmascarada de liberalismo y desinhibición, zafia y reaccionaria. Sobran locas disertando sobre al prensa del corazón, sentando cátedra sobre Rocíto. Sobrán ramalazos. Parece una conquista social, pero no lo es. No así. La homosexualidad no es eso. Se está difundiendo la imagen del gai como un exhibicionista banal y una mente calenturienta. En definitiva, quizá sin pretenderlo, fomentando los arquetipos de aquellos siniestros chistes franquistas, donde ser marica era un peligro para las nalgas del vecino. Quizá, tendrían que ser los propios homosexuales quienes hicieran esta denuncia. Un homosexual es igual que un heterosexual. Puede ser ingeniero de caminos o notario, su destino profesional no ha de ser necesariamente un modisto o dedicarse a las tertulias del corazón. ¿Y por qué ha de salir del armario, por qué ha de proclamar lo que sólo a su intimidad pertenece? Lo que tiene que hacer, a mi juicio, la sociedad homosexual es ejercer su derecho a la normalidad. Marcar las diferencias y las jerarquías con todo ese mundillo de impresentables. Los homosexuales aman, no sólo mantiene relaciones físicas. Pero más aún. El reto no es que un señor pueda salir a la calle contoneando las caderas, sino que pueda presentar a sus padres al hombre que ama, que no se produzca una ruptura en las familias por estos motivos. Y más aún, muchos homosexuales se sienten católicos. Y son conservadores. Ignorarlo es vivir fuera de la realidad.

Cargando contenidos...