Diario de León
Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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DENTRO del alocado baile de vanidades en que se ha convertido la sociedad española del tercer milenio, figuran en un lugar privilegiado esos florecientes gimnasios que muestran con crudeza toda la comedia humana en su infinita gama de posibilidades. Asegura un tal Cyril Connolly, al parecer experto en la materia, que en el interior de cada gordo hay un flaco pidiendo auxilio. Y mejor sin duda que un estricto régimen basado sustancialmente en el consumo a granel de grillos fritos, es acudir al gimnasio para quemar la llanta sobrante. Así, con la pretensión de cruzar su Rubicón particular hacia la esbeltez, miles y miles de mujeres hacen ejercicio a diario en semejantes centros de salud y belleza, dispuestas a someter y humillar a la implacable báscula de peso. El problema es que, según un estudio publicado en la sesuda revista Health Psychology , toda la magia se va al carajo cuando comienzan a estudiarse con mirada especulativa en los espejos del gimnasio, atenazadas por un run-run de malas vibraciones. Y es que el espejo suele poner una cara alargada de pocos amigos, reflejando con crueldad las cualidades más ofensivas de la interesada, en forma de lorzas de tocino y otros dislates estéticos que reavivan todos los complejos imaginables y por imaginar. El trabajo concluye que, como consecuencia del mosqueo fino que agarra la aprendiza de Blume, ha aumentado espectacularmente el número de depresiones femeninas y el odio a un espejo, el pobre, que se limita a evidenciar esa verdad que habla por sí misma. O dicho en otras palabras, que el nacido para chicharra siempre muere cantando.

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