EL RINCÓN
El obispo ya ha elegido
LA IGLESIA anglicana de Estados Unidos está tan dividida como la alcaldía de Marbella. La elección de un obispo gay ha provocado allí una amenaza de cisma, del mismo modo que la elección aquí de un golfante muy macho ha determinado un lío tremendo, tan disparatado como enladrillado. El reverendo Gene Robinson, que quizá cumpla de manera demasiado literal la consigna cristiana de «amaos los unos a los otros», fue elegido obispo de New Hampshire por la Cámara de los Diputados de la Iglesia Episcopal, pero la facción más conservadora de esa Iglesia no quiere que tome posesión de su agradable cargo sólo porque el aspirante ya ha elegido su opción sexual. Dudó bastante, pero eso le pasa a muchos creyentes. Gene Robinson está divorciado y tiene dos hijas. Posteriormente, Dios le reveló su auténtico camino y lleva trece años viviendo con un señor. No ha salido del armario, ni del confesionario, porque nadie ignoraba su tendencia, ni nadie tiene facultades para reprochársela. Ya quedan distantes los tiempos en los que se hablaba de «el pecado nefando» y otras idioteces. Quiero decir que el obispo electo puede ser moña, pero no es hipócrita. No es de los que dicen una cosa por delante y hacen otra por detrás, ni de los que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio. Repito que él eligió su propia senda amorosa y, después de tener el privilegio de la bisexualidad -ahí es nada que te pueda gustar lo mismo una vicetiple que un repartidor de butano- se decantó. La rigidez y la inflexibilidad son lo más opuesto al cristianismo y a este hombre, cuyas hijas muestran una admirable comprensión, le están amargando la vida. Si en su país no es materia de escándalo, ¿qué más da «yacer con hembra placentera» que con un placentero varón? ¿Es la primera vez que oímos hablar de un clérigo homosexual? Más o menos las mismas que de un cura asiduo fornicador. (Aprovecho, un poco de refilón y antes de que se me acaben los renglones de que dispongo, para decir que todos esos curas me caen más simpáticos que el cura Castillejo).