EN BLANCO
Marbella y Sicilia
MARBELLA no es Sicilia pero se empieza a parecer. El espectáculo que proporcionan el actual alcalde y su antecesor demuestra que España no sólo se ha desarrollado económicamente sino también en su capacidad para asemejar la realidad a los más imaginativos guiones cinematográficos. Eso también es modernidad. El desenlace promete ser también cutre porque no se atisba ningún partido ni ningún líder capaz de poner fin al esperpento y generar la confianza en que las instituciones de la democracia puedan normalizar la situación. Marbella es la síntesis de un inmenso alubión que ha sido instrumento de los especuladores inmobiliarios hasta generar una urbe que será inhabitable, cumpliéndose la profecía de que al final los truhanes terminan por matar a la gallina de los huevos de oro y a secar las ubres de la vaca. Debiera hacerse una lectura detallada de por qué, en el trasfondo de las dos grandes crisis visibles de nuestro sistema de partidos, la de Madrid y la de Marbella, aparecen las grúas de la construcción como banderas al viento de los corsarios de nuestra especulación inmobiliaria. Traficar con el suelo y con el cemento se ha convertido en la forma más fácil de hacerse rico como la sublimación de un juego de la pirámide que genera una burbuja sobre las hipotecas de los más débiles. ¿Tanta fuerza tienen los buitres de la construcción como para que, con el BOE y la capacidad legislativa de Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, no se pueda detener su ruleta de casino?. Tanto en Madrid como en Marbella ha quedado demostrada la profunda crisis de nuestros partidos políticos, incapaces de generar confianza en los ciudadanos y de controlar a sus propias organizaciones para que no puedan trufarse de desalmados.