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León

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LO MALO del escándalo de Marbella es que no se sabe quiénes son los buenos. Porque aquí son sospechosos hasta los caballos, y no lo digo por Imperioso , que bastante se tiene ganado el cielo de los cuadrúpedos. El principal sospechoso es el electorado que da mayoría a tal tropa, porque el voto no es inocente, y votar al partido de Giil es una declaración de principios, pues su líder no es un mozo que pasaba por ahí, sino un asiduo de los juzgados. El sol debe de noquear el sentido crítico. Dan ganas de exigir a ciertos electorados que demuestren previamente que cumplen con unos requisitos mínimos de coeficiente intelectual y ético. Ya no cabe preguntarse si el problema de Marbella es que hay mucho tonto o, por el contrario, demasiados listos. ¿Cómo han llegado a poner el gobierno de la ciudad en tales manos? Con el votito. Marbella es la Sodoma y Gomorra del cinismo. Insistamos en ello: el voto nunca es inocente, sobre todo cuando se tiene tanta información. Gil argumentaba ayer en la televisión, y lo de argumentar es un decir, que cuando llegó a la alcaldía limpió las calles de prostitutas y de drogadictos. Qué sentido tan peculiar de la decencia tienen algunos. Don Jesús no le llega a la suela de las sandalias a Madame Ramona y a sus señoras zorras. Tampoco entiendo lo del alcalde, quien partiendo de servir cigalitas y cubatas en una bandeja, que ni siquiera era suya, ha llegado a coleccionar relojes de ricachón. Si las ciudades tienen alma, la de Marbella necesita, como mínimo, una ducha. Las máscaras ya hace mucho que cayeron. Los han votado. Están ahí con el votito. Toma ya sabiduría del pueblo. Lo que tendrían que haber hecho es botarlos. Incluidos a los votantes. A ver si así se les arregla. Qué poca vergüenza para cuántos culpables, sobre todo ese electorado que necesita amos que sean bufones.