Cerrar
Publicado por
MIGUEL A. VARELA
León

Creado:

Actualizado:

EL HUMO de los incendios borra fronteras que ya no existen, siembra ceniza homicida a uno y otro lado de una raya como de mapas antiguos, pero no es capaz de ocultar este olor a mierda que nos amarga el verano, que se escurre sin solución en cuanto despliegas el diario, como un suplemento indeseado y vomitivo, pone todo perdido en el instante que enciendes el televisor y no hay ambientador que lo elimine, agarrado como una garrapata entre los pliegues del anticiclón y la tormenta seca. Cuando ya el asunto de la Asamblea de Madrid había entrado en el juego de las declaraciones ante una comisión, que es un género que siempre ha dado mucho de sí y del que la industria de Hollywood ha obtenido realmente buenos dividendos, atenuando el olor a ladrillo podrido del caso con el barniz de los mecanismos previstos para salvar la cara al sistema, estalla el sainete municipal marbellí y ya el hedor se hace insoportable. Aunque este argumento apenas podría aprovecharse para una película de Cine de barrio , con su folclórica, su galán casposillo de bigote de posguerra que continuamente se da golpes en el pecho como si estuviera al borde del infarto y al que los fieles vitorean sus partes blandas (vayan ustedes a saber porqué), y su antagonista directamente incorporado de la iconografía de las cuentos infantiles, el olor se extiende favorecido por el supuesto aire rosa del asunto y nos pone el verano absolutamente irrespirable. La Alemania de la última guerra, recuerda Günter Grass, olía a cebolla cocida al vapor. Por aquí, entonces, posiblemente olíamos a incienso y a mondas de patatas hervidas. Aún es peor esta podredumbre de bragueta mal cerrada, eructo de marisco revenido y atraco sistemático.

Cargando contenidos...