EL MIRADOR
Democracia y pensamiento único
EL PRESIDENTE Aznar ha convocado a la junta directiva Nacional del PP para la primera decena de septiembre. Esta Junta está compuesta por 700 miembros que son los encargados de designar, según los estatutos, «el candidato a la presidencia del Gobierno de la nación». Esta designación se puede llevar a cabo por aclamación o por elección. Por aclamación del candidato que proponga el jefe supremo o por elección entre los distintos candidatos propuestos por las diferentes corrientes -o sensibilidades, como ahora se dice- del partido. Sucede que en el Partido Popular, eso de las corrientes o sensibilidades está terminantemente prohibido. No es que no existan. Afirmar esto sería un insulto dirigido a los dirigentes y militantes del PP. Sería tanto como admitir que el Partido Popular está formado por personas clónicas, por seres clonizados en los laboratorios políticos de la calle Génova madrileña sin opinión propia. Nada de eso. Se trata de ciudadanos que han aceptado, voluntariamente, formar parte de una asociación que se rige por el pensamiento único, que emana del mando único que ejerce, con mano férrea, el jefe supremo. O sea, que todo el mundo está sujeto a aquella máxima que sentenció Alfonso Guerra: «El que se mueva no sale en la foto». En las quinielas que se hacen no se trata de adivinar cual será el resultado de la votación en que los 700 miembros de la junta directiva se habrán pronunciado por uno entre los diversos candidatos presentados, sino en adivinar el candidato que Aznar tiene pensado para que la citada junta lo designe por aclamación. Y esto sí que es más difícil. Porque buen pudiera ser que el designado -o la designada- por el dedo todopoderoso de Aznar no fuese ninguno de los que participan en la carrera. Cuando se reúna la junta directiva nacional en la primera decena de septiembre, Aznar propondrá su candidato y los 700 miembros de la Junta, como un solo hombre -es un decir, que me perdonen las feministas- se pondrán en pie y aplaudirán fervorosamente, designando así, por aclamación unánime y entusiasta, el acierto del jefe en su elección. Porque será, sin duda, la mejor elección que nadie imaginar pudiera. Es la democracia al estilo aznarista. La democracia de las unanimidades, la democracia que el señor Aznar quisiera para toda España, la democracia del pensamiento único. Lo malo es que no todos están por la labor, no todos piensan lo mismo. Incluso los hay que tienen la osadía de proclamarse nacionalistas. Nacionalistas no del nacionalismo español, es decir, nacionalistas de un nacionalismo diferente al del señor Aznar. ¿Se imaginan ustedes una España en que todos pensaran lo mismo que el líder del PP, el líder de la derecha española más recalcitrante y carpetovetónica? ¡Que paz! ¡Que tranquilidad! Y es que lo que ahora pasa no pasaba con Franco. Eran otros tiempos. Tiempos en que las calles de todos los pueblos de España se llenaban de carteles celebrando los 25 años de paz, mientras que en el extranjero tratábamos de captar turistas al grito publicitario de «Spain is different». ¡Y tan «different»! Lo malo es que algunos quieren que lo sigamos siendo.