FRONTERIZOS
La silla del Águila
REVISANDO lo aparecido en prensa estas últimas semanas sobre la elección de presidente en el Consejo Comarcal del Bierzo llama extraordinariamente la atención el estruendoso silencio que se esconde tras tanto ruido, la absoluta ausencia de debate ideológico (con perdón), o programático al menos, frente al puro y duro enfrentamiento personalista que ha dejado a las dos principales formaciones políticas con las vergüenzas al aire y las costuras deshilachadas. Si se habla de personas, es de reconocer que Jesús Esteban ha conseguido dotar al Consejo Comarcal de contenido por vez primera en su historia, aunque no por ello dejo de creer que Ricardo González puede ser un buen presidente. Sin embargo, el proceso interno de elección no ha hecho más que profundizar en la herida abierta en el socialismo comarcal, que lleva demasiado tiempo dependiendo de gestoras provisionales que se hacen eternas y tiene pendiente el ventilar y ordenar la casa. Y el espectáculo del Partido Popular dividido entre quienes en buena lógica apoyan a su candidata y aquellos que ceden al Partido Socialista innecesarios votos no se sabe muy bien porqué es un capítulo más de una crisis que amenaza con cangrenar al partido y en la que tarde o temprano algún cirujano de las alturas tendrá que intervenir. «Los partidos no tenemos mucho que dilapidar», planteaba con inteligencia y cierto pesar Pérez Rubalcaba días atrás. Lo ocurrido en el Bierzo no contribuye precisamente a concitar el necesario consenso social en torno a la honorabilidad de la práctica política, esa «actuación pública de pasiones privadas» a la que se refiere Carlos Fuentes en La silla del Águila , una novela cuya lectura sería muy recomendable para los protagonistas del culebrón veraniego.