EN EL FILO
Larga vida al populismo
LOS CIUDADANOS amantes del populismo más deslenguado y sinvergonzón no deberían haberse afligido porque Jesús Gil y Gil disolviese su propio partido, que curiosamente también se llama GIL, pues esa pérdida lamentable se verá compensada por la inminente salida a escena pública de una nueva fuerza política, la del famoso tránsfuga Tamayo, un hombre rebosante de ideología aparentemente resabiada por el constructivismo, aunque más distante de los constructivistas Tatlin y Pesner que de los constructores madrileños Vázquez y Bravo, tío y sobrino respectivamente uno del otro. Con la anuencia del PP y las aviesas críticas d e la oposición, la Asamblea de Madrid va a suministrar trimestralmente a Tamayo ciento veinte mil euros, por la simple razón de haberse instalado o arrinconado, junto a su compañera tránsfuga, en el grupo mixto. Pocos trimes tres va a disfrutar, sin embargo, este hombre de la fortuna que le sonríe, pues la vida de esta legislatura madrileña va a ser muy corta, y ya se afinan las trompetas que convocarán elecciones para octubre. Pero con unos veinte millones de las antiguas pesetas, equivalentes a los 120.000 euros trimestrales, bien puede poner en marcha Tamayo su partido, que tiene desde hace semanas sede y oficinas, cercanas a la plaza de Castilla. Hasta ahora había tirado el hombre, según confesión propia, de algunos ahorrillos, pero en adelante tirará de la subvención parlamentaria, es decir, del bolsillo de los contribuyentes madrileños, que al pagar sus impuestos seguramente no pensaron que podrían ir a manos de alguien que ha torcido mediante una traición el resultado de las urnas. El constructivismo, en arte, no ha tenido demasiada fortuna, a pesar de su empuje modernista a principios del siglo pasado, pero en Madrid, y en el campo urbanístico e inmobiliario, no sólo ha triunfado plenamente sino que enriquece de modo súbito o paulatino a quienes lo practican, en una relación inversamente proporcional entre honestidad y beneficio. El beneficio resulta así mayor cuanto más se reduce la honestidad, y si ésta llega a desaparecer, como sería el caso de Marbella, los beneficios alcanzan a todos los que se instalen en el lugar y el momento adecuados o fijan el precio de su propia conciencia. Conciencias, en Marbella, se habrían comprado muchas, como cacareaban hace días por televisión el ya ex alcalde Muñoz y el también ex alcalde, inhabilitado, Gil, quienes ante el juez mantuvieron las recomendadas cautelas defensivas y ciertos indicios de educación.