Diario de León

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TENEMOS un jefe que riñe, un presidente del Gobierno que en lugar de explicar, abronca. Un presidente que eso de la función didáctica de la política le debe parecer una cursilada inventada por el rojerío del que proceden todas las críticas (infundadas, injustas) que recibe su forma de hacer política. Diáfana política como en el caso del envio de tropas a la postguerra, perdón, al postconflicto, de Iraq. Sin pasar por el Parlamento hemos enviado a un millar de soldados españoles -a los que el presidente, por cierto, no fue a despedir- a un país ocupado y humillado por la presencia de tropas extranjeras, pero resulta que es improcedente reflexionar en voz alta acerca del peligro real que corren. Casi sesenta soldados americanos han muerto en los tres últimos meses a manos de la guerrilla iraquí y hace tres días fue atacado con morteros el área donde está instalado el contingente polaco de cuyo mando dependen las tropas españolas. Son hechos, no son conjeturas, pero al presidente le irrita que la oposición saque conclusiones y, sobre todo, que exija explicaciones. Porque esa es, a mi juicio, la cuestión de fondo: la incomparecencia del Gobierno ante el Parlamento del Reino de España para informar sobre esta cuestión. Los gobernantes toman decisiones que entrañan una responsabilidad política. El señor Aznar ha decidido él solito el destino de mil trescientos españoles y lo ha hecho sin asumir ante el Parlamento esa decisión. Si lo hubiera hecho, habría tenido que explicar qué se le ha perdido a España en Iraq y escuchar a la oposición recordándole que enviar soldados a un país que ha sido invadido ilegalmente supone convertir a nuestras tropas en fuerzas de ocupación de un país, Iraq. También habría tenido que explicar en qué se basa el optimismo del ministro de Defensa al decir que apenas hay riesgo en la misión que van a desarrollar nuestros soldados en la región de Diwaniya. Al enviar soldados españoles a Iraq, el señor Aznar ha tomado una decisión política muy arriesgada y, puesto que, afortunadamente, España es una democracia, tendrá que aguantar cuantas preguntas al respecto le formule la oposición, los familiares de los militares o los simples ciudadanos. Convendría, pues, que rebajara el tono.

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