Diario de León
León

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LOS TERTULIANOS de la radio y los columnistas de la prensa dicen que esta es una sociedad crispada y que los políticos an absoluto ayudan a serenar los ánimos, a que la discusión sea civilizada y a que realmente no haya necesidad de mentar a la madre del contrario a la menor oportunidad. Luego enciendes la televisión, cualquier televisión, pues todas ellas se rigen por el mismo patrón, utilizan las mismas franjas horarias y cuentan con los mismos protagonistas, y aparecen unos supuestamente famosos que gritan, insultan, chillan, amenazan con querellas y todo lo que ustedes quieran. El último que apareció el otro día fue al ex marido de la hija de Andrés Pajares. Ni sé quien es ni voy a a intentar averiguarlo. En ese mismo programa, que batió su marca de audiencia, la protagonista principal fue Belén Esteban que durante casi dos horas habló de nada ante cinco periodistas empeñados seriamente en averiguar nada. Es realmente espectacular. La culpa no es sólo suya. Acabo de leer a Maruja Torres, tan excelente escribidora como ácida con lo que le cae mal, describir así a la nueva alcaldesa de Marbella: «Es como si don Jesús Gil y Gil se hubiese hecho travestón y le hubiera robado a Johnny Dep una de sus pelucas: han puesto de munícipe a la madre de Ivanna Trump». Pero mujer, ¿todas las críticas a la nueva alcaldesa de Marbella se reducen a su físico? ¿Tiene importancia el físico de una alcaldesa para ti que ejerces de feminista? ¿Y el de una periodista, no? Seguramente deberíamos mirarnos un poco más nosotros mismos cuando hablamos de los demás. Carmen Rigalt, con cuya lectura el verano se hace siempre mucho más fresco, acierta casi siempre y se equivoca de vez en cuando. Como todos. Ahora no duda en felicitarse por la resurrección mediática de Carmina Ordóñez porque, dice, «Carmina vuelve a ser mi idiota favorita». Es posible que Carmen, que no da puntada sin hilo, se refiera a lo que la Real Academia de la Lengua define como idiota, pero aún así, los lectores entienden lo que Carmen quiere que entiendan. ¿Qué diferencia hay entre lo que dicen ellas, Maruja y Carmen, lo que escribimos los periodistas, muchas veces sin un conocimiento profundo del asunto, sin profundizar en él, sin mayor interés que llenar un artículo, aunque eso dañe profundamente el honor de una persona, y lo que dicen en la televisión personajillos de tercera que han encontrado su «momento de gloria» hablando de sus propias miserias y de las ajenas? La vida pública, no sólo la política, se está degradando gracias a la televisión, a algunos medios de prensa -la radio es la que más se salva, porque se mantiene fresca y menos contaminada- que hacen del grito, del insulto, de la mentira y de la infamia su instrumento de trabajo. Es cierto que tienen millones de oyentes. Pero eso no debería ser contabilizado como un mérito de los programas o de los f amosos . Es, simplemente, una muestra de que si nos acostumbramos a vivir entre basura, acabamos siendo parte activa y feliz de esa basura.

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