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Publicado por
ANTONIO CASADO
León

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UNAS DECLARACIONES de Rodríguez Zapatero («No habrá frente común con el PP» frente al Plan Ibarretxe) reavivan la polémica sobre el grado de compromiso del PSOE ante el desafío rupturista del nacionalismo vasco. Nada nuevo en el discurso del PP y sus coros mediáticos, que, como en el resto de los temas, se define más por sus críticas al adversario que por una elaborada defensa de las tesis del Gobierno de Aznar. Es malo pero es lógico que no haya frente común frente al tirón escisionista del PNV. Aznar ha hecho y hace todo lo posible para evitarlo. Me explico. ¿Cómo puede esperar el PP ese frente común de los defensores de la Constitución y el Estatuto cuando se pasa la vida presentando a Zapatero como un líder desleal, irresponsable, incapaz, y al PSOE como un partido sin modelo de España y un peligro para la democracia?. Todas esas cosas las ha dicho Aznar. No me las invento. Están en los periódicos. Si se las cree de verdad es absolutamente contradictorio que ahora reclame o espere la resignada voluntad de los socialistas para ir de la mano con el Partido Popular. Si no se las cree, habrá que convenir que los malos tratos psicológicos no son la mejor forma de formar pareja, salvo que el sadismo de un lado se corresponda con el masoquismo del otro. Y no parece que Zapatero sea un masoca. Por suerte la discrepancia es formal, o táctica, o coyuntural, o estratégica, o incluso oportunista, como ustedes quieran, pero no proyecta diferencias de fondo. La coincidencia en el rechazo al plan de Juan José Ibarretxe, que será presentado como proyecto de ley a finales de septiembre en el Parlamento de Vitoria, es total. Lo único que pasa es que el Partido Socialista no se quiere poner la camiseta del PP para expresar el rechazo a los delirios secesionistas del PNV. Insisto : no es bueno pero sí es lógico. También está por demostrar que la portería de la Constitución se defienda mal con distinta camiseta. La barrera cierra huecos pero resta movilidad a los jugadores frente a un adversario que aprovecha los resquicios. Sin embargo, la barrera, todos anudados por el brazo, el autobús bajo los palos, como hacen los equipos italianos en los partidos de fútbol, sí se demostró una mala táctica al menos desde el punto de vista electoral (autonómicas del 13 de mayo del 2001). El cambio de táctica merece el beneficio de la duda. En todo caso, se avecina un choque de trenes: constitucionalistas contra nacionalistas vascos. Caminan por la misma vía : la legalidad. Unos para hacerla cumplir y otros para desbordarla. Por tanto, la misma vía pero en sentido contrario. Por eso el choque va a ser inevitable porque no es un problema de legalidad sino de voluntad política. A la luz de la legalidad, realmente todas las soluciones son malas, puesto que todas escenifican una colisión que parece inevitable: del País Vasco con el Estado (aplicación del artículo 155 de la Constitución) o del Gobierno central con el Parlamento (impugnación ante el Tribunal Constitucional del trámite o, mucho peor, de una ley eventualmente aprobada ya en la Cámara de Vitoria).