Incendios, cambio climático y educación ambiental

LOS INCENDIOS forestales están convirtiéndose, desgraciadamente en los últimos decenios, en triste actualidad veraniega y de alarmante preocupación en casi todo el planeta. El aumento de las temperaturas en todo el globo, unido a la acción de pirómanos, ciudadanos irresponsables y empresas sin escrúpulos ni ética alguna que actúan con fines puramente egoístas e insolidarios, llenan los medios informativos con noticias lamentables de consecuencias realmente incalculables para la vida en este planeta. El grave deterioro del medio ambiente originado por el elevado número de incendios, en nuestro país por ejemplo, podría convertirlo en pocos años en una prolongación de África. Nadie debería extrañarse que, de seguir así, tengamos un clima desértico en un plazo no muy largo de tiempo. En una revista especializada sobre el medio ambiente, se leía hace unos años: «En las décadas de los años ochenta y noventa estamos soportando las temperaturas más altas desde que comenzaron los registros». Este mismo verano seguimos escuchando que las altas temperaturas están alcanzando récords históricos en toda Europa; sus nefastas consecuencias apenas llegamos a percibirlas. Y tollo ello debido al ya bien conocido cambio climático, originado principalmente por el aumento de emisiones de gases invernadero, y cuyo causante es el hombre mismo, y especialmente los abusos de los gobiernos y los ciudadanos del llamado «mundo desarrollado». Creo que una buena parte de la población no tiene aún conciencia clara de lo que significa el cambio climático para el futuro del planeta, y, sobre todo, que ha sido el hombre el causante. Así lo afirmaron más de dos mil quinientos climatólogos y expertos -los más prestigiosos del mundo- representando a 130 gobiernos, en un informe histórico aprobado en Roma en 1995. Probablemente la humanidad del planeta Tierra no ha vivido nunca, en la historia conocida, momentos tan graves y decisivos para el futuro de la vida en el planeta como los que vivimos en este inicio del tercer milenio. Es de sobra conocido que estamos ante una responsabilidad planetaria sin precedentes. Por lo que las autoridades políticas deberían asumir la grave responsabilidad que les incumbe, sin olvidar que todos y cada uno de los ciudadanos tenemos también la nuestra. «En la nave espacial Tierra no hay pasajeros. Todos somos tripulación», dijo Marshall McLuhan. Por eso es muy urgente tomar medidas, por un lado, contra los responsables de los incendios provocados, y sobre todo, llevar a cabo una verdadera educación ambiental. Esta debería ser doble: Una, a medio y largo plazo dirigida a los escolares y otra, inmediata, dirigida a toda la población. Pocas cosas son tan urgentes en nuestro mundo, hoy, como la problemática del medio ambiente. Dar a conocer la necesidad de preservarlo para que siga siendo posible la vida en el planeta debe ser un programa prioritario político, pero también educativo y social. Deben estar cada vez más presentes, en la televisión y la radio, en los periódicos y revistas, debates y exposiciones sobre el medio ambiente, sobre las consecuencias de los incendios forestales, los residuos, la contaminación acústica, la desertización, el impacto medioambental de las actividades industriales, sobre la necesidad de preservar la biosfera, etcétera; así como series y documentales televisivas sobre todos estos temas, y seminarios sobre educación ambiental propiciados por las autoridades académicas y escolares, sindicatos, etc. Es insuficiente lo que se está haciendo hasta el momento. Hoy nuestro mundo cuenta con muchos medios para sensibilizar a la población, y ya los utilizan abundantemente los poderes dominantes para atraer a los ciudadanos a los intereses de aquellos. ¡Que por una vez sean utilizados convenientemente a favor de la vida en el planeta! Ningún motivo puede haber más noble, elevado y a la vez urgente como ese. La educación ambiental debe tener como objetivo la toma de conciencia de que lo que hacemos al planeta nos lo hacemos a nosotros mismos, porque la vida en los cuatro reinos de la naturaleza es interdependiente y sus procesos cíclicos están interrelacionados. Es lo que se denomina el equilibrio ecológico; si lo rompemos, la vida peligra. Esta es la nueva conciencia que hay que despertar en los escolares y en toda la población. Podría ser oportuno recordar aquí esa antigua enseñanza de los Incas: «Somos los pies de la Tierra y la semilla de las estrellas; somos Pachamama (Madre Tierra) y nos debemos respeto». Los programas escolares sobre Educación Ambiental deben despertar en los niños y jóvenes el respeto al medio ambiente, empezando por su entorno inmediato, y hacerles ver la grave responsabilidad que tenemos todos de cuidar y preservar el planeta. Se les debe dar a conocer, entre otras cosas, Declaraciones como la de Río del año 1992 sobre el Medio Ambiente, los trabajos realizados por las organizaciones ecologistas y de medio ambiente, como Greenpeace, Adena, Ecologistas en Acción, etc., así como La Carta de la Tierra que expone una visión de responsabilidad en relación al bienestar de la familia humana y al planeta del que formamos parte. Los programas de la administración sobre Educación Ambiental no deben ser letra muerta. Por eso pedimos que se haga realidad lo antes posible la Estrategia de Educación Ambiental de Castilla y León 2003-2007 , aprobada hace unos meses por la Junta, y de la que este periódico se hizo eco ampliamente. En nuestra comunidad, como en toda España, es urgente poner en práctica esta educación ambiental ¿Seremos capaces entre todos, ciudadanos y autoridades políticas, de asumir esas responsabilidades? El planeta, como ser vivo, no puede sufrir indefinidamente el grave deterioro a que se ve sometido. ¿Sabremos llegar a tiempo? ¿Seremos capaces de pensar, al menos, en nuestros hijos? Dejemos, pues, de contaminar el agua, el aire y la tierra destruyendo el delicado equilibrio de la naturaleza, y vivamos inmersos y agradecidos en esa naturaleza que cada día nos da la vida y lo que necesitamos para sobrevivir. 1397124194