EL RINCÓN
Las funerarias hacen su agosto
LAS AGENCIAS que facilitan el último viaje han tenido un gran éxito de público este verano. Lástima que la estructura del negocio no permita que haya clientes fijos. Nadie puede repetir, por muy satisfecho que haya quedado con los servicios. Aunque sea inmejorable la calidad del pijama de madera y precioso el jardín circular de la corona mortuoria llena de cintas donde se asegura que el poderoso olvido nunca ejercerá sus gestiones con el difunto. Como todos hemos podido observar, a la larga, el índice de mortalidad de cualquier población es del 100%. Lo que ocurre es que este verano el número de muertes se ha disparado por culpa del insurgente clima. El calor, la calor y las calores han sido lo tres jinetes del Apocalipsis que han recorrido el ancho hipódromo del estío y los fallecimientos han aumentado más de un treinta por ciento. Las funerarias han hecho su agosto incluso en la primera quincena de septiembre. La mayoría de las víctimas han sido viejos que no estaban ya en buen uso. Los que hemos sobrevivido debemos sentirnos orgullosos. Ser viejo, decía Plá, es tener miedo a caerse y a resfriarse. Pues bien, hay que añadir a esos dos peligros el riesgo de acalorarse. Siempre que ocurre algo malo se buscan culpables. «Piove, porco Gobierno», hace calor, maldito ministro de Sanidad. En Francia se han cargado al suyo, después del feroz cruce de acusaciones entre los distintos sectores de la Administración. Allí, la cifra -nada menos que cinco mil muertes- ha superado las previsiones más pesimistas. En España no, ya que no existían previsiones. Nuestras autoridades creían que más o menos iba a morirse la misma cantidad de gente que se muere siempre por estas fechas. No ha sido así. Ahora que el Instituto de Meteorología da por concluida la ola de calor, la contabilidad se salda con 46 muertos. El PSOE dice que se ha hecho a la baja. Algunos han confundido un golpe de calor con un golpe de Estado y mienten. Sólo las funerarias saben la verdad.