EN EL FILO
El escándalo de los mayores
«SI NO ESCANDALIZAS, en esta sociedad no te hacen caso», asegura Valerie Tasso y seguramente tiene razón. Valerie sabe mucho de hombres y de camas y es popular, que no famosa, por ser autora de un libro titulado Diario de una ninfómana , que tiene más éxito en los medios de comunicación que en las librerías, pero que le está permitiendo aparecer por todas partes como si fuera el Premio Planeta del 2004, cuando de lo que sabe es de camas y desamores. O de amores que sólo llenan una noche, que son los más estériles. Tal vez por lo de las camas y los hombres he asociado su escándalo con la información que estos días publica afanosamente un periódico, de que el Gobierno y las comunidades autónomas -sobre todo el Gobierno- no se han preocupado de adoptar medidas ante los riesgos de la ola de calor que han provocado 46 muertes oficiales y varios centenares, según el medio de comunicación. No sé bien qué tenía que haber hecho el Ministerio de Sanidad, cuando todas las competencias sanitarias están transferidas y son las comunidades autónomas las que tienen la máxima responsabilidad. Y, además, los datos no apuntan que la ola de calor haya sido una epidemia como en Francia, donde las 5.000 muertes equivalen a todos los muertos en un año en España por accidentes de tráfico. La ola de calor ha agravado la situación de muchos ancianos, especialmente de los que viven solos o de los que son abandonados por sus familias en verano; pero el sistema sanitario español ha funcionado, en términos generales, con eficacia. El problema -al margen de la falta de comunicación de las autonomías hacia el propio Ministerio de Sanidad- es otro bien distinto. Es la permanente desatención de los mayores, su falta de recursos, la soledad en la que viven muchos, las carencias que sufren. Y ahí el Gobierno y las comunidades autónomas tienen una asignatura pendiente. Pero los principales responsables somos los ciudadanos: los que abandonan a sus padres, los que les llaman o les visitan una vez al mes, los que les dejan solos en verano, con calor o sin él. Muchos mayores siguen muriendo solos y su falta se descubre muchas veces por el mal olor, no porque nadie les eche de menos. ¿Por qué culpar a las instituciones cuando somos nosotros los que incumplimos el deber moral de atender a nuestros mayores? Eso sí que es un gran escándalo social. Hay inmoralidades que no se arreglan con política, sino con afecto.