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CRÓNICAS BERCIANAS

Larga vida a los alcaldes mineros

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León

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A MÍ me habría gustado que la General Motors instalara su sede central en España en Santa Marina del Sil, el pueblín de mi padre, que en sus mejores días amamantó a decenas de mineros. Tal vez así, sobre la olvidada casa familiar se erigiría ahora un portentoso rascacielos; sobre la estirpe ferroviaria del Mixto y del Correo de la MSP se engendraría un nuevo trazado del AVE, y yo me estaría fumando un puro en el green del nueve bajo la frondosa sombra especuladora de los castaños centenarios que nos legó mi abuelo Balbino. Además, todos los veranos, en lugar de celebrar el Festival de la Carpa brindaríamos con Bourbon y organizaríamos la great party del pollo y la costilleta asada. Lástima que haga ya unos añitos que descubriera que no hay un triste empresario dispuesto a enterrar sus obesas subvenciones a la reactivación industrial ni en Santa Marina, ni en Tombrio, ni en Tremor, ni en Noceda; ni tan siquiera en Fabero, la cuenca más sangrada por las reordenaciones carboneras y menos agasajada por los gobiernos de esta autonomía y menos aún de este país. A tal convencimiento, sin embargo, no parece que hayan llegado aún, ni muchos ediles ni muchos líderes sindicales mineros, que cada vez que aparece el listado de proyectos reindustrializadores preseleccionados por el gabinete Rato se deshacen en impotentes gimoteos a propósito de la inexistencia de una puñetera subvención que vaya dirigida a la mismita puerta de los pozos. Y es que creo que a algunos se les ha calado tanto la boina que su extravismo es tan agudo como para ver los árboles, pero no el tétrico bosque. Son ridículos tantos lamentos a cuenta de que las empresas que generan puestos de trabajo al margen de la antracita puedan asentarse en Ponferrada, en Villafranca o en Bembibre, y reflejan una cortedad de miras alarmante por cuanto alguien pueda pensar que una nueva industria a veinte kilómetros de su casa -por autovía- vaya a perjudicar sus posibilidades de encontrar empleo. En cambio, de lo que no parecen darse cuenta es de que la relación de proyectos diversificadores en más enclenque cada año que pasa, y de que la Junta de Castilla y León y el Gobierno Aznar, o están anapalaciados que diría Maruja Torres, o no tienen el más mínimo interés en que los proyectos industriales generadores de riqueza acaben echando raíces en cualquier punto de esta comarca. Eso es lo realmente preocupante. Lo demás son estupideces victimistas, como las de quienes buscan consuelo a tamaña sequía en la ubicación en Ponferrada en lugar de en León de la sede de la Dirección de Minas, o de no sé que otros despachos burocráticos. Parece que una prestigiosa revista científica internacional acaba de certificar que el optimismo es capaz de segregar una enzima que cataliza no sé que otros jugos cerebrales que procuran una excepcional longevidad. Si es así, los alcaldes que siguen esperando el maná industrial a la puerta de casa es posible que nos entierren a todos. Pero sus pueblos, como dice la puta de una película de Javier Maqua que vi el otro día, pasarán a integrar el gran museo del holocausto minero.

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