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Publicado por
CARLOS CARNICERO
León

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LA AUTONOMÍA es un derecho democrático; una forma de profundizar en la democracia para acercar los resortes del poder al ciudadano. El resultado final de un estado basado en la concepción autonómica tiene que ser similar al que dibuja una gran orquesta sinfónica. El maestro, el director, con su batuta y desde su atril, tiene el conjunto de la música en su partitura y es quien da las entradas, marca los ritmos y determina la profundidad e intensidad de cada grupo de instrumentos. Lo importante es que el resultado sea armónico. Para el director y para el público que asiste al concierto es indispensable que cada uno de los músicos se encuentre cómodo interpretando la obra. Sólo entonces los grandes compositores pueden ser interpretados en toda su magnitud. En España, probablemente presionados por unos nacionalismos obsoletos, hay muchos grupos de poder y de opinión que siguen desconfiando de las convicciones autonómicas. Por eso, siempre que alguien reivindica un espacio propio desde una posición periférica, automáticamente es tachado de insolidario sin ponerse a pensar que una nuevo aportación musical para uno de los instrumentos de la orquesta puede ser enriquecedora para la propia sinfonía. Maragall es ante todo un político imaginativo en un país anclado en el inmovilismo. Aquí está prohibido imaginar porque la tendencia es el pensamiento controlado y la obediencia ciega. Muchos siguen con el alma disfrazada de falangismo uniformizador y para ello pretenden ser los únicos que disponen de una partitura para interpretar a España. Siguen tarareando Montañas nevadas . Los partidarios de nuestra «unidad de destino en lo universal» lo que quieren es una orquesta en la que todos los instrumentos tengan el mismo timbre. Ahora, gracias a Dios, eso es sencillamente imposible.

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