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Publicado por
B. CABEZAS GONZÁLEZ-HALLER
León

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LOS PARTIDOS inician -con toda intensidad- lo que llaman curso político pensando en las elecciones. Aznar mandó convocar a la junta directiva nacional para primeros de septiembre. En ella están los 700 que tienen que aplaudir. Antes de esta reunión suponemos que cumplirá con el rito de pasar por Silos, jugar una partida y luego hablar de su unidad de España desde Quintanilla. Esta reunión no es, por lo que ha trascendido, para anunciar quién será el elegido, sino para dar imagen de unidad. Probablemente alguno de los de los 700 vaya preparado para decir: «¡No te vayas!, España te necesita». Éso en en vez de decir que es él quien, al incluir a España, se cree que nos incluye a todos. Zapatero también diseña su curso político. Empieza hablando con los barones y formando grupos de expertos -lo que ellos consideran expertos- para diseñar el programa. En el grupo de expertos de economía quieren que esté el exsecretarío de CC. OO., Antonio Gutierrez. Éste, desde luego, no es experto en nada relevante, salvo en palabrería y en uso de tópicos. Si además de elegirlo como experto, que no lo es, lo meten en las listas, restará votos, porque demasiados obreros y ciudadanos no lo quieren ni ver. Y estoy objetivando, no es una opinión. Con frecuencia, donde meten la mano los supuestos expertos de salón lo estropean todo. No hay nada más estéril que un supuesto experto. El PSOE sólo diseñará un proyecto creíble sí considera importante lo que digan los maestros rurales, los parados, los profesores de institutos, los médicos de barrio. Estos sí aportaran ideas. Pero, por favor, ¿Antonio Gutierrez? Zapatero, para que haga el cambio que anuncia, debe eliminar a los listillos y no meter a más. En el PP también abundan. El nepotismo y el cinismo se ha institucionalizado. Por eso la democracia española está en la uvi. El 85 % de los españoles decentes esperan el punto final de esta etapa tan autocrática y torticera. Es imposible que funcione la democracia sin demócratas. En todos los supuestos, el PP se presenta como un partido unido. En ningún caso han trascendido las tensiones del partido. Lo mismo que ha pasado en León, cuando perdieron el poder, pasará a nivel nacional si el candidato elegido pierde las elecciones. Es un un partido en el que reina la sumisión y nadie, ni siquiera los que se consideran con méritos para ser elegidos, se ha atrevido a decir nada al respecto. El único que ha insinuado algo es Rodrigo Rato (algo le queda de asturiano) y rápidamente le llegó el aviso de callar. La obediencia no responde a criterios de unidad del partido, sino a cuestiones de temor a caer en la nada. Están tan cohibidos que ni siquiera hacen uso de la dialéctica, base de la libertad de expresión. Cada uno se sitúa en la red de los otros, todos están disponibles, todos aceptarán al que elija Aznar, pero todos se sienten muy infelices al tener que jugar al juego que impone el amo sin saber qué lugar ocupa su obediencia ni quépremio merece. El silencio de Arnar, se convierte en tortura. Hace falta un psicoanalista para interpretar los conflictos psicológicos que existen en el grupo de los notables. Quizás alguno estará en consulta de un vidente, y caerá en depresión cuando salga por la boca de Aznar el nombre de su elegido, que evidentemente, nos dirá que es el mejor para España (¡dale con España...!). Claro, a la mayoría de los ciudadanos no gustaría que empezaran todos el curso político haciendo inventario de las deficiencia de los servicios públicos, que se debatieran serenamente hasta llegar a las mejores técnicas para resolverlos (en democracia, para eso están los parlamentarios, no para hacer teatro). Diseñar la estrategia para prevenir los problemas, por ejemplo, como disminuir los accidentes en la carretera -que vaya terrorismo que tenemos abierto. ¿Treinta o más muertos por día y no se hace otra cosa que publicidad?-, comprar hidroaviones para apagar fuegos. Nos da cosa ver como se quema todo y sólo hay dos avionetas para apagar un fuego. ¿ Esa es la España que cuenta? Dejar a los licenciados en medicina aprender, para tener especialistas suficientes, y hacer hospitales para que las camas esperen por los enfermos y no los enfermos por una cama, Y, en fin, prevenir el problema que nos viene encima con la entrada masiva de los pobres inmigrantes, que son victimas en sus países y aquí. Por ciento, el INE nos dice que en 2010 habrá en España cuatro millones de emigrantes. No cuentan bien, hoy ya hay más de esa cantidad. Este fenómeno, cuando hay más de dos millones buscando trabajo y otro millón más trabajaría si tuviera un trabajo cualificado, tiene consecuencias negativas. Por mal camino vamos si los neoliberales hacen depender todas las variables que componen la calidad de vida de la variable de los beneficios de las multinacionales, que imperializan la economía, la sumisión de los trabajadores y eliminan a la pequeña y mediana empresa. Un curso político para llevar los problemas al Parlamento, analizarlos en profundidad, discutirlos civilizadamente hasta convenir el mejor método y la mejor técnica para prevenirlos y/o resolverlos sería lo ideal. Y además complementarlo con debates en las televisiones. Pero reunirse para diseñar estrategias para devorar al otro, no tiene interés para los ciudadanos. La estrategia electoral basada en ganar al otro es elemental: para ganar sólo hay que convencer a cuatro millones de votantes que hace falta sumar a los aproximadamente siete millones de votantes fijos que ya tienen asegurados tanto el PP como el PSOE. En España aún no hemos aprendido a votar: a los partidos se los mide por la que hacen no por lo que dicen. Se vota continuismo. Para verificarlo sólo hay que observar el mapa político de las comunidades autónomas y vemos que se vota al mismo. A nivel nacional, Felipe González gobernó durante catorce años y Aznar ocho, sin merecer la reelección ninguno de los dos, porque los dos, cada uno de ellos a su manera, se alejaron de los problemas del país al llegar a la Moncloa. Este fenómeno del continuismo se explica perfectamente a través del nivel cultural: tenemos un 65% de analfabetos funcionales. De este porcentaje, un 30%, aproximadamente, no vota y, precisamente, pertenecen al estrato de clase media baja. Si no fueran analfabetos funcionales, tendrían conciencia de las consecuencias que tiene no votar, y en vez de despreciar su oportunidad votarían a los partidos que defienden un poco los servicios públicos y no a los que los debilitan para favorecer a los privados (véanse las intenciones implícitas en sanidad, educación, vivienda, y el desprecio al medio ambiente). La calidad de vida de la clase medía y baja, a la que pertenecemos la mayoría, sólo puede venir a través de la existencia de servicios públicas de calidad y de la seguridad en el trabajo con salarios dignos. Si uno no es un analfabeto funcional podrá hacer distinciones. Saber votar es saber elegir a la gente a la que confiamos la gestión de los servicios públicos, que para eso es para lo quenecesitamos el Gobierno. Creo que el Partido Socialista, en vez de tanto empeño en pagar a notables para hacer un programa, lo que tiene que hacer es buen trabajo de campo y dar confianza a los votantes. Sí trabaja sobre el objetivo de gobernar con dignidad para la mayoría, puede ganar, pero si trabaja para ganar, tendrá pocas probabilidades. Decir que los vamos a ganar es una banalidad que refleja ignorancia. Lo hacen todos. Si la derecha ocupa el espacio de la izquierda, en clave de promesa, claro, y la izquierda diseña un proyecto para atraer a los votantes de la derecha, la que pierde es la izquierda, porque los de derechas lo tienen claro: van a votar todos y saben siempre a quien. La izquierda debería empezar a hacer pedagogía en esta dirección.

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