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Publicado por
JOSÉ CAVERO
León

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CON BASTANTE probabilidad hay un regalo que Aznar pretende dejar a su sucesor en la cabecera de cartel del PP: la victoria en las elecciones generales de marzo próximo. Y por ello, no han de faltar, en este medio año de intensa vida política, algo más que «requiebros y piropos» entre los dos máximos dirigentes de los dos grandes partidos del parlamento. Aznar es consciente de que si su sucesor sufriera una derrota, en algún grado el derrotado sería también él. Y por el contrario, una eventual derrota de Rodríguez Zapatero sería el mejor regalo que pudiera dejar al PP. En su primer mitin de la temporada, Aznar arremetió contra Zapatero y el PSOE, culpables de buena parte de los desmanes que padece la estabilidad política por la falta de programa y de idea de España que padecen. Y para dar réplica a Aznar, Zapatero tampoco se ha quedado corto en sus apreciaciones: le llamó cobarde y vil, dijo de él que es un muerto político, y que deja tras de sí crispación, división y rencor. Y no es improbable que este tipo de cariños y muestras de afecto se reproduzcan y reiteren en los meses siguientes, entre otras razones, por esa elemental de que los dos grandes partidos miden sus fuerzas en las urnas madrileñas, en menor medida en las catalanas, pero también, probablemente en las andaluzas, y sobre todo, en las generales y europeas, que ponen broche a una larga etapa de descalificación del adversario. Y ya es sabido cómo se desarrollan estas campañas: las inicia Aznar y las prosiguen sus adláteres, Arenas y Mato, esencialmente, ésta última en plena fase de hacer méritos y de demostrar su nueva condición de coordinadora de organización del PP con mando en plaza y, dicen, con muchas posibilidades de seguir ejerciendo altas competencias en el partido. Es frecuente que los segundos repitan el discurso principal y que incluso lo refuercen y hagan más agresivo y descarnado. En eso consiste hacer méritos, según parece. Pues bien: Aznar es, para un Zapatero que no quiere dejarse apabullar, un muerto político cobarde y vil, y dejas tras de sí crispación, división y rencor. ¿Hay quién dé menos por el dirigente que empieza a irse, y cuya devaluación resultará imparable en pocos meses?

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