Diario de León
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ANTONIO CASADO
León

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MARAGALL, de nuevo pedrada del aznarismo en la cabeza de Zapatero. Propone el aspirante socialista a la presidencia de la Generalitat recuperar los territorios de la antigua Corona de Aragón para caracterizarlos como región europea y reacciona el PP contra el socialismo asimétrico de Zapatero. A partir de ahí, un nuevo debate nominalista donde las apariencias desplazan la posibilidad de un debate político serio sobre las cosas que realmente interesan a los ciudadanos. Otra vez el genialoide Maragall nombrando la soga en casa del ahorcado. Una ocurrencia para reabrir el debate de la nada. No tendría mayor importancia si no estuviéramos en vísperas de esa gota fría que Ibarretxe prepara para el otoño (articulación de los delirios secesionistas vascos). Pero la tiene precisamente por eso, porque la piel de los grandes custodios de la unidad de España está más sensible que nunca y Maragall lo sabe. De manera que su última ocurrencia tampoco es inocente. Quiero decir que hay un punto de provocación, seguramente en clave electoralista, estando como está tratando de pescar en los yacimientos del voto nacionalista catalán. Lo dicho: de no ser por el intenso y extenso impacto del tirón del nacionalismo vasco en la opinión pública española, concretado ahora en el llamado plan Ibarretxe, las genialidades de Maragall se quedarían como una extravagancia. Pero como el escenario es el que es, la extravagancia se convierte en un pretexto más para que Aznar pueda seguir haciendo su inefable, que no infalible, discurso de oposición a la oposición. Leña al mono, que es de trapo. De Mallorca a Quintanilla de Onésimo, el presidente del Gobierno vuelve a encontrar en las ocurrencias de Maragall la munición que necesita para presentar a Zapatero como líder de un partido invertebrado que propone una España invertebrada. Sostiene Aznar que Zapatero es un líder inconsistente e incapaz de comprender el alcance de dicho desafío. Si de verdad lo cree, no tiene sentido pedirle que vaya de su bracete en un eventual frente común contra el plan Ibarretxe. Y si no lo cree, su actitud revela una suerte de sadismo que solo puede darle resultado en el caso de que a Zapatero le vaya la marcha, cosa bastante improbable. No se puede ir con bandera blanca sin quitarse las pinturas de guerra. Aunque estaría indicado un frente común PP-PSOE contra las delirantes pretensiones del nacionalismo vasco, es lógico, por más que sea malo, que los socialistas quieran ir a su aire.

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