EN BLANCO
A cada uno lo suyo
CUANDO desde la oposición se le dice al PP que, si está tan seguro de sus razones y si tiene la mayoría absoluta, por qué se niega a que Aznar comparezca en el Parlamento para explicar todo lo de Irak y el papel de España, la oposición se equivoca, aunque seguramente lo hace a sabiendas. Porque ni Aznar ni el PP están seguros de sus razones y lo que les pasa a Blair y a Bush en sus Parlamentos y con sus opiniones públicas es algo que ni locos quieren ver aquí. Con la mayoría absoluta impiden un examen serio en el Parlamento y con los medios afines y propios hacen muy difícil que la protesta de la gente se convierta en exigencia ineludible. Lo que pasa es que la fuerza de las cosas terminará sobrepasando esas barreras, como sucedió en febrero, marzo y abril, cuando al Gobierno se le puso contra las cuerdas. Nadie entiende fuera de España que, habiendo sido tres los promotores de la guerra de Irak, dos de ellos tengan que responder ante el país y sus representantes y el tercero se vaya de rositas y encima se permitan, él y su partido, insultar y descalificar a la oposición por exigirle que responda. Nadie lo entiende porque es ininteligible y, si estamos en un país normal, tal contrasentido no puede prosperar. Y enseguida vamos a ver cómo no prospera y cómo la verdad se abre paso y se cumple la definición clásica de la justicia: dar a cada uno lo suyo. Esto es lo que acertadamente temen en el Gobierno y en el PP y por eso colocan todos los obstáculos imaginables, al tiempo que desvían la atención hacia otras cuestiones en las que creen sentirse más cómodos y seguros. Por eso se inventan, por ejemplo, las historias para no dormir sobre los peligros que acechan a la unidad de la patria o sobre las terribles maldades y debilidades de la oposición. ¿Piensan tal vez que los españoles son imbéciles?