EN BLANCO
¡Marchen! ¡Arr...!
ALGUNOS de los miembros más relevantes del Ejecutivo deben de estar sometidos a una estricta dieta de vitaminas y lecturas aceleradas de Camino , ya que de otra forma no se explica el comportamiento desquiciado e imprevisible de Federico Trillo, ese genial estratega que, por puro desconcierto, ya no sabe si servir o pedir criada. Hemos tenido mala suerte con los últimos ministros dedicados a los asuntos de la guerra, aunque el cartagenero-moreno de Trillo ha roto moldes. Y no será porque a su gobierno no le tiren las hazañas bélicas, pues ahí tenemos al presidente José María Aznar, al poco de llegar al poder y durante la visita protocolaria a un acuertelamiento, demostrando su acendrado patriotismo al cuadrarse ante los tanques y llevar la mano a la sien en marcial gesto. Hasta que uno de los mandos que le acompañaban, harto de pasar vergüenza ajena, le comentó en voz baja que el reglamento militar no exigía el saludo a los tanques, ya que no solían responder a las cortesías ajenas. Y ahora Trillo, en lugar de tostarse en la playa como cualquier persona de bien, ha ordenado a sus subordinados la elaboración de un abracadabrante proyecto para incorporar a todo el mundo a filas en caso de peligro nacional, a excepción de los sacerdotes. Como por mi edad y pasado resulta difícil que me dispensen las órdenes sagradas, yo me apunto en la próxima guerra a ser sargento del batallón de modistillas. Sí, esas alegres y pizpiretas muchachas, tipo Conchita Velasco, que con los primeros soles primaverales asaltan las calles en busca de jolgorio y diversión. Juro solemnemente, como Aznar ante los tanques, adiestrarlas en las contorsiones y luchas cuerpo a cuerpo hasta que sean todo pasión y voluntad de servicio. ¡Qué gozada de guerra me espera!