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FERNANDO ONEGA
León

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«HAY AÑOS en que uno no está para nada», decía Julio Camba. Algo así le pasa al Partido Socialista: lleva una temporada que no está para nada. Cuando acariciaban poder, les estalló el petardo Tamayo. Cuando llegaron a un acuerdo sobre el modelo de Estado, a Aznar se le ocurrió designar sucesor y nadie se enteró de su brillante consenso de barones. Y cuando se inicia la carrera hacia las urnas, el blindado de Zapatero tropieza con otra piedra llamada Cristina Alberdi. Le falló la profecía a don Enrique Tierno: hay veces en que Dios abandona al buen marxista. Lo de Cristina Alberdi no tendría mayor importancia en una situación de normalidad: un hijo díscolo le sale a cualquier padre de familia. Incluso en los hogares más rojos puede haber un miembro que admira la razón de la derecha. Lo malo es el momento. La señora Alberdi ha conseguido ser la gota que colma el vaso de las crisis internas, hasta el punto de que el líder vasco Patxi López ha tenido que pedir que termine esta sensación de galimatías. Y no es fácil que termine. La dirección socialista está demostrando que tiene dificultades para cerrar las crisis. No nos hagamos los cínicos: un caso como el de la señora Alberdi sería motivo de expediente en cualquier partido. Pero es que a los dirigentes del PSOE les falta habilidad para el toreo. Funcionan a base de impulsos emotivos. Tienden a lavar los trapos sucios en el patio de vecindad. La portavoz Carme Chacón llegó a acusar ayer de «pelota» a Cristina Alberdi, que sonó como una pelea de recreo en el colegio. Por si faltara algo, el impetuoso Jesús Caldera, en pleno ardor de portavoz herido, le dice a doña Cristina que «su sitio está en el PP». ¡Qué fuerte! Si tuvieran que estar en el PP todos los socialistas que critican a Simancas, más los que discrepan del plan autonómico, más los que censuran la estrategia ante Ibarretxe, más los que ven oscura la Corona de Aragón de Maragall, el PSOE se quedaría más vacío que un sembrado de nabos en una mañana de helada. A este Partido Socialista que nos pedirá el voto en pocos meses hay que recordarle un viejo principio: para aspirar a gobernar, quizá no sea preciso tener grandes ideas; basta con no cometer errores. Y menos, muchos errores seguidos. Con eso nos conformaríamos. Aunque, tal como están las cosas, el mejor consejo al gallego José Blanco quizá sea otro: haga como el Deportivo. Ensaye a poner ajos en las ventanas y puertas de Ferraz. Siguen siendo lo más eficaz contra las meigas malas. Que haberlas, haylas.