Yo también estoy contento

DEJANDO ahora a un lado la carencia democrática del procedimiento empleado -tema sobre el que me extendí el día anterior-, tengo que coincidir con muchos opinantes en que la opción de Mariano Rajoy era la mejor de cuantas se barajaban, descontando a Gallardón, que nunca tuvo la menor chance. Habría sido una frivolidad no colocar a Rajoy en la sucesión popular a la candidatura presidencial. Por mucho que se diga que en estos últimos meses también él se había impregnado de la ide ología y del estilo de Aznar, para ser justos y respetuosos con la verdad objetiva es preciso decir que este hombre se parece muy poco al presidente del Gobierno actual. Me he permitido el lujo de decirle siempre lo que pensaba y nunca me lo ha recriminado, ni se ha molestado, ni me ha echado a gritos del despacho o del comedor. No saben ustedes lo que eso se agradece. Tal comportamiento es fruto de su talante agradable y dialogador, propicio al análisis sosegado de las cuestiones y nada inclinado al exabrupto, ni por supuesto al insulto, lo que no excluye la mayor dureza cuando se propone descalificar en público a la oposición o sus dirigentes o la máxima alegría en el manejo del respeto a la verdad de los hechos cuando la credibilidad o la estabilidad del Gobierno están en peligro. En el supuesto de que él y su partido ganasen las elecciones generales próximas, quiero creer que ejercería su cargo de modo muy distinto a lo que Aznar nos tiene acostumbrados. Creo que no se dedicaría a crispar permanentemente la vida política, a enfrentarse con todos los que no piensan milimétricamente como él o a crear problemas artificiales para zafarse de los problemas reales y de sus propios errores. Creo que mantendría un nivel normal de diálogo con la oposición, con los nacionalismos y con la ciudadanía y que permitiría un razonable funcionamiento de las instituciones democráticas del país. Yo también estoy contento por el nombramiento.