El error de una carta

LA OPOSICIÓN intenta convertir a Rajoy en el mojón que señale el fin de la ruta política de Aznar, como si al presidente no lo quedasen aún siete meses de vida al frente del Gobierno, que es el puesto desde el que verdaderamente se manda. De ahí que Zapatero incurriera ayer en un error de cierta envergadura al anunciar ante el Comité Federal del PSOE que va a escribir una carta al candidato del PP pidiéndole la inmediata celebración de una cumbre entre los dos partidos para normalizar la vida política. La carta ha recibido del destinatario, por medio de terceros, una respuesta anticipada y tajantemente negativa pues, de haber aceptado esa cumbre, Rajoy se habría visto obligado a reconocer que la política del presidente, expresada a menudo en un estilo biliar, necesitaba una inmediata enmienda. Bien es verdad que «la normalización» que Zapatero propone al nuevo líder popular adecentaría el funcionamiento de nuestra democracia, a la que Aznar habría causado algunas anomalías. Zapatero consideraba ayer a Rajoy «corresponsable de la tarea del Gobierno», que es precisamente lo que Aznar ha evitado, desalojando a su sucesor del Poder Ejecutivo. Preservado de toda responsabilidad política, en su nuevo cargo de líder popular, el sucesor sólo parece obligado a no abandonar la cresta de la ola en la que navega actualmente el PP. El hecho de ser discretamente risueño, tolerante dentro de un orden, ingenioso, mordaz a veces, partidario del diálogo y gallego siempre, no autorizaría a Rajoy a declarar la nulidad de la intolerancia, el autoritarismo, la expresión ceñuda y el tono desabrido y aparentemente avinagrado de Aznar en ocasiones. Dicho de otra manera, Mariano Rajoy no es el fin de la etapa de Aznar sino el proyecto de su continuidad, por lo que Zapatero no debería exigir al líder del PP que corrija las actitudes del presidente del Gobierno al que está obligado a apoyar. Para la democracia, sin embargo, sería bueno que pudiera hacerlo.