Diario de León
Publicado por
JOSÉ A. BALBOA DE PAZ
León

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CON SUS CRÍTICAS al PP, algunos comentaristas y los dirigentes de la oposición quieren hacernos gilipollas, como si no supiéramos qué se cuece en sus respectivos partidos respecto al nombramiento de sus candidatos electorales. Pretender desprestigiar el traspaso de poderes a Rajoy denunciando el método autoritario utilizado por Aznar es de un cinismo vergonzante; pues todos hacen prácticamente lo mismo. Aznar no nombró a dedo a nadie, propuso al partido un nombre, probablemente después de consultar con mucha gente y analizar las encuestas de opinión. No sé si eso es democrático o no, lo que si sé es que cuando no hay discrepancias internas, es el mejor método; por cierto muy usado en la izquierda junto con el de cooptación. Cuando el PSOE pretendió utilizar un mecanismo más democrático -en realidad más demagógico-, como fue el de las primarias, resultó un auténtico fiasco, del que salieron escaldados y que no volverán a utilizar por si las moscas. Un ejemplo reciente lo tenemos con la candidata a la alcaldía de Madrid, Trinidad Jiménez, impuesta por el equipo de Zapatero contra los deseos mayoritarios de la FSM. Lo que molesta al PSOE y a IU, por envidia, son las unanimidades a la búlgara que hoy concitan los dirigentes del PP, porque son el mejor signo de su gran cohesión interna. Esta responde sin duda al liderazgo indiscutible de Aznar, pero sobre todo a que en estos momentos es el único partido que tiene un discurso homogéneo en todos los asuntos relevantes para la vida de nuestro país. Algunos dirán, probablemente con razón, que eso lo da el poder, el estar en los cargos, el que se pueden repartir prebendas a todos y así no hay descontentos. Es cierto, pero también lo otro. Ya quisiera Zapatero tener un partido tan unido orgánica y programáticamente como hoy lo está el PP. El PSOE lo estuvo durante la transición y buena parte de los años de gobierno de Felipe González, porque contó con un líder fuerte y respetado, y con un programa claro. La corrupción y ciertas prácticas antiterroristas lo desprestigiaron, pero muchos lo añoran. Hoy, el PSOE de Zapatero es una auténtica jaula de grillos, en los que a los discrepantes, como Nicolás Redondo o Cristina Almeida, se los sataniza para que se vayan. Zapatero resulta patético en sus críticas a Aznar, político poco simpático, incluso con una fisonomía que se presta a fáciles chanzas, pero coherente, que ha tenido la grandeza de dejar el poder como prometió y salir por la puerta grande en el momento más brillante de su carrera. También resulta Zapatero desmemoriado cuando no ve más mérito en Mariano Rajoy que el haber dicho sí a Aznar en todo, porque antes de salir elegido secretario general del PSOE fue durante muchos años un diputado mudo, del que su compañero Rodríguez Ibarra se preguntaba en público qué quién era, pues lo desconocía. En León sabemos todos su papelón perdiendo todas cuantas elecciones dirigió como secretario provincial. Rajoy habrá tenido que decir a mucho que sí, pero también es quien ha debido enfrentarse a los problemas más graves de los gobiernos de Aznar, como el Prestige o la guerra de Irak, y no ha eludido sus responsabilidades, es de fiar. No es Aznar ni tiene su talante, pero para muchos españoles es quien mejor representa su herencia. No hay que olvidar que el actual presidente se anunció como un buen gestor para acabar con la corrupción y el despilfarro, y ha terminado siendo un político profundamente preocupado por el problema humano del terrorismo y la unidad de España; Rajoy también. A José Luis Rodríguez Zapatero le sale un competidor duro, incluso en su propia tierra, pues aquél tiene una vinculación estrecha con León, ciudad en la que vivió varios años, en la calle del Cid, 20, y aquí estudió el Bachillerato, en los jesuitas. Después, cuando ganó la oposición de registrador, su primer destino fue, creo recordar, Villafranca del Bierzo.

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