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Publicado por
JUAN F. PÉREZ CHENCHO
León

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LA MEMORIA no es el disquete de los frívolos. Ni de los desordenados. Casi siempre es el recurso perfecto para corregir la desidia de los políticos, acostumbrados al titular de hoy y al olvido del de ayer. El de mañana Dios dirá. La memoria es como el gen clónico de la hemeroteca. Reiniciado el curso político, ha vuelto a ponerse sobre la mesa el asunto de la Fundación Villalar. Un tema que levanta recelos en León, sin cuya adhesión no pasará de ser una intentona fallida. Ayer, todos los grupos políticos del Ayuntamiento de León recharon una moción para integrarse en ella. Rebobino la memoria y aparecen con nítida claridad las imágenes. Fue en la pasada campaña electoral autonómica. Supimos entonces que los servicios centrales de la Junta de Castilla y León ocupaban en Valladolid a 6.500 personas. Eso, según los cálculos de cualquier economista, significa un coste de no menos de 65.000 millones de las antiguas pesetas al año, sin contar las inversiones realizadas en construcción, restauración y rehabilitación de edificios para alojar a esa masa funcionarial. Es decir: los servicios centrales de la Junta, con sus empleados, familiares y puestos de trabajo indirectos, componen una ciudad de no menos de 25.000 habitantes. Ahí está la explicación, por decirlo con letra de Antonio Machín en su Corazón loco , de que mientras todas las provincias de la comunidad autónoma, y especialmente León, pierden población, Valladolid la gana. Es la principal razón del creciente rechazo y desconfianza hacia la Junta de Castilla y León y ahora, en particular, a la Fundación Villalar. Pero la ayuda de la memoria es insuficiente si no la rodeamos de una más intensa reflexión. Lo que está ocurriendo es que el centralismo de Valladolid es ahora más asfixiante que el que sufrimos antes de Madrid. Si antaño un director de instituto, por ejemplo, tenía que hacer una solicitud por duplicado, ahora debe completarla por cuadriplicado. Y además carece de interlocutores en León porque los directores provinciales de servicios no saltan el listón de meros parachoques y comisarios políticos. Toda la gestión y la toma de decisiones está centralizada en Valladolid. Eso parece muy poco comunero para revestirlo ideológicamente con la Fundación Villalar. Ya lo dijo un ex alto cargo del Partido Popular: la Junta de Castilla y León no es de Castilla ni de León; la Junta es de Valladolid. Para rematar la faena, los datos son contundetes: el cincuenta por ciento de los nuevos consejeros es de Valladolid, al igual que el ochenta por ciento de los altos cargos. Si alguien quiere realmente evitar el creciente foso y distanciamiento de León respecto a la Junta, más vale que se olvide de la Fundación Villalar y gaste sus energías en hacer posible la aprobación futura del Pacto Local. Una masiva transferencia de competencias de la Junta de Castilla y León a las diputaciones provinciales y ayuntamientos se me antoja como la única fórmula para combatir el agobiante centralismo vallisoletano. Todo lo demás son pamplinas.