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Publicado por
JAVIER TOMÉ
León

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EN CIERTO hotel de Bombay y durante la época colonial, colgaba bien visible en la puerta de entrada un cartelón que decía: «Prohibida la entrada a perros, gatos e indios». Con esta misma filosofía, un tanto despreciativa, funciona en la localidad asturiana de San Esteban de Pravia un alojamiento catalogado como artículo exclusivo para mujeres, ya que los hombres están considerados en este lugar como objetos a arrojar al montón de basura de las cosas inútiles. No es que el hotelito sea un coto privado para las aficionadas a las dulces y refinadas artes amatorias de Lesbos, sino que prohíbe la presencia masculina por muchas y bien fundadas razones, tanto éticas como estéticas. En primer lugar las mujeres allí alojadas, en palabras de la directora de semejante centro geográfico para la felicidad femenina, se pueden sentar tranquilamente en la terraza, sin que aparezcan los típicos moscones en busca de ligoteo. Otras se ponen en top-less, dejando al aire astur las joyas de la familia, ajenas a la irritante presencia de los fisgones de turno, siempre cotillas, maleducados y peludos. Y aunque pueda parecer un traidor a mi género, la verdad es que la idea me parece estupenda. Ya avisó Diderot de que en toda amistad entre hombre y mujer siempre suele aparecer un poco de testiculina, lo queramos o no, así que en San Esteban de Pravia han tirado por la calle del medio ahorrándose celos y resentimientos, además de convertir la casona rural del siglo XIX en un paraíso ajeno a la demoníaca y un tanto infantil masculinidad que emborrona el alma de los hombres. Así que los lectores varones ya están avisados: sin piensan viajar hasta Asturias, ni se les ocurra pisar la Residencia Tita Inés de San Esteban. Porque la recepcionista les arreará un escobazo y añadirá: «¡Gusano, vuelve a tu queso!».