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HE PREFERIDO citar la consejería y señalar un pacto en el título para no componer un epígrafe nominando a dos políticos autonómicos, señores Silván, consejero incluido en el nuevo Gobierno, y Herrera, presidente; éste con relación a su propuesta sobre población. Y ello porque, esencialmente, no busco señalarles con el dedo y sí reflexionar sobre sus connotaciones políticas autonómicas para con León. Cada uno de ellos reclama mi interés por distintas circunstancias, aunque se entrelacen en un perceptible leit motiv que acompasa estas letras. No es extraño que, en su primera visita institucional a León capital como nuevo consejero de Fomento, sorprendiera a algunos y abriera optimistas presunciones en los más este «leonés en la corte», de suaves maneras y afable trato. No en balde, el señor Silván se adorna con una agradable sonrisa que compite en expresividad gestual con un suave arqueado de cejas, al tiempo que posa su mirada entre penetrante y sugerente en el interlocutor de turno. Máxime si, como para la ocasión de su estreno, se proponía razonablemente agradar a su parroquia, al estilo de los buenos toreros, y explotando aquello de León cruce de caminos vino a anunciar algo así como que volveríamos a un protagonismo que nunca debimos perder. Conocí personalmente a Antonio Silván cuando desempeñaba en la institución autonómica Procurador del Común el puesto de asesor jefe. Era el momento de los primeros compases de la Asociación pro-Identidad Leonesa en busca del respeto debido, en el ámbito de la comunidad, para la personalidad histórica de los leoneses. Nos comprendió en todo momento y supo con pulcritud profesional encauzar nuestras inquietudes. Hoy su labor es muy otra, e importante, pero más política. A ella dedicaré un breve apunte. Entre los asuntos que desde su consejería puede fomentar, y sin duda resulta preocupante para los leoneses, está la ordenación del territorio, aquella que diseñó, y está enfriando, un anterior consejero, el señor Vallvé. Se pretendía con aquel proyecto suprimir las provincias, creando unas nuevas áreas, tan postizas como impuestas, que rayaban la ignominia para la población, esa que ahora propone catalogar el señor Juan Vicente Herrera. Preocupante ordenación para los castellanos, y de modo muy especial para los leoneses, ya que perdida la territorialidad y olvidada la identidad leonesas, se completaría así la despersonalización de todo un pueblo. Espero que no la retome. Acabo de citar la palabra población para así enlazar con la línea Herrera cuando propone un pacto, no sé muy bien si sobre lo que ésta entraña o lo que pretende que suponga para los ciudadanos de esta comunidad llamada Castilla y León. Y de modo muy especial para los leoneses en la cuerda floja de la propia personalidad en el ente. En la pasada fiesta de Villalar de los Comuneros, que nunca ha unido a nadie, empezando por los políticos de la comunidad, abogaba el presidente por una identidad regional, olvidaba entonces, y quiere pasar por alto ahora, la condición dual regional, lo mismo que la de la ciudadanía o población que ahora intenta meter en «un libro». Alerta al Libro Blanco sobre la población de Castilla y León, pues sin duda estará en la línea del erre que erre singularista autonómico. ¿Dudas previas en la ciudadanía? ¡Todas! En especial en los leoneses, aunque una cierta inhibición popular, por pura impotencia, les permita seguir manipulándonos. Propone el señor Herrera para redactar el Libro, la constitución de un grupo de expertos. Si sigue el proyecto adelante no pueden faltar expertos leoneses, ¡leoneses de recias convicciones! De lo contrario el grupo estaría cojo y desvirtuado en origen, y su resultado, cuando menos, sospechoso de parcialidad castellana predominante. El ejemplo más reciente y claro de esto lo tuvimos en la comisión de expertos para la elaboración de los currículos ESO y Bachillerato. Es lógico suponer que intentarán, empecinándose en el asentamiento poblacional unitarista, establecer el número de ciudadanos circunscritos por los perímetros de Castilla y de León como si de un todo uniforme se tratara. Hasta ahora nos han ido mutando el nombre, el gentilicio, en el seno autonómico, siempre buscando un solo territorio, un solo pueblo, pero sin fundamentarlo, por imposición, a empellones. «Hablar de diferencias históricas desde los regionalismos y los nacionalismos, pone en peligro la solidaridad entre territorios y la propia Constitución», ha dicho el presidente Jua Vicente Herrera , sin tener en cuenta que quien inventa y contra viento y marea sostiene que Castilla y León son una sola región, ¿qué es sino un regionalista?. Y, ¿qué futuro puede tener un regionalista sin región?. Ninguno. He ahí la preocupación autonomista de quienes ejercen en el ente, acompañados de un cierto tufillo anexionista. Una apostilla final y una pregunta concatenada. Entiendo que más que históricas las regiones, son históricos los pueblos que las sustenta, por haber sido el elemento vivo el artífice de ésa historia en ellas. Y, ¿la población leonesa como tal, el pueblo leonés, permitiremos que pueda ser silenciada en el Libro Blanco?.