EL PAISANAJE
Fumando espero
A LOS DE HACIENDA, por supuesto. Empezó la murga en los viejos tiempos del cuplé, cuando Sara Montiel era menor de edad en el último milenio y aún no había enterrado al primero de sus diez o doce exmaridos, ninguno, por cierto, a causa del tabaco (ella sabrá por qué). Pero el caso es que ya de aquella el Fisco aplicaba un rigor impositivo inmenso sobre los españoles, que bajos, morenos y con cara de mala leche sólo tenían para «celtas cortos» después de la guerra civil con el cartel de la Saritísima pegado a la pared de la cantina (otra mina de impuestos). También por aquel entonces había estancos de guardia los domingos, como hoy las farmacias, porque el descanso de los sábados aún no se había inventado. Aunque los más jóvenes no se lo crean, los más viejos de este lugar recordarán perfectamente lo buena que estaba la Sara mientras esperaba fumando al hombre que más quería y lo mucho que molaba la cajetilla de Celtas , con un guerrero a la antigua que parecía un híbrido entre Mariano Rajoy y Álvarez Cascos. Seguramente fue una venganza prematura del abuelo de Rodrigo Rato, el de Hacienda. Ya después de los planes de desarrollo franquistas y de la transición democrática los españoles nos apuntamos al Ducados -el Rey al Fortuna - copiando en masa al que luego sería duque de Suárez, el cual desapareció del mapa no sin que antes un ministro de Sanidad suyo, el leonés Manuel Núñez Pérez, hubiera decretado imprimir en todas las cajetillas aquello de que «el tabajo perjudica seriamente la salud», de lo que todos nos hemos seguido cachondeando hasta hace poco. Total que subió el tabaco de doce pesetas a cincuenta duros. Y hace apenas dos meses el paquete de rubio nos amenazaba con una esquela del estilo de «el tabaco mata», o «envenena» o «produce cáncer». Por último, ahora se anuncia que el winston va a traer también fotografías de muertos de pulmón, tráqueas, faringes y demás casquería susceptible de cascar ahumada. Todo lo cual es una premonición de que van a subir de nuevo los impuestos del tabaco. Es una lástima que en el IRPF el Ministerio de Hacienda no se esmere un poco más en plan sadomasoquistay avise aquello de que «el trabajo embrutece, envejece y estropea la ropa».